Unos trabajadores de la compañía de electricidad local quisieron salvarlo de morir atropellado en la ruta, pero lo acostumbraron a recibir tantos mimos que, cuando lo quieren bajar, el ciervito se niega a los gritos. Cada vez que lo querían poner de nuevo en el piso, gritaba descontrolado.
Le hicieron mimos en la panza y ahora el ciervito no se quiere bajar
Unos trabajadores de la compañía de electricidad local quisieron salvarlo de morir atropellado en la ruta, pero lo acostumbraron a recibir tantos mimos que, cuando lo quieren bajar, el ciervito se niega a los gritos. Cada vez que lo querían poner de nuevo en el piso, gritaba descontrolado.