Hubo en tiempo en que las farmacias eran lo más parecido a un coffee-shop, y si no mira la etiqueta de un centerario jarabe para la tos llamado “One Night” (Una noche). Su composición es de esas que meten miedo: alcohol (menos de un 1%), cannabis (es decir marihuana), cloroformo y morfina.
Supongo que para tranquilizar, la etiqueta decía que estos ingredientes se habían combinado “hábilmente” con otros varios (que no aparecían en la composición). Pero vamos, en vista de los que si aparecen mejor no saber cuales eran los otros ¿hojas de coca? ¿hongos alucinógenos?
Claro que la pregunta es…. ¿el jarabe para la tos se llamaba “One Night” porque nadie llegaba a la segunda ingesta?
Investigando por ahí, veo que estas tropelías han sido bastante comunes antes del establecimiento de controles médicos serios obligatorios. Sin ir más lejos, en los EE.UU. o Alemania durante la década de 1920 o 1930 se utilizaban medicamentos radioactivos.
A finales del siglo XIX, Freud el padre de la psiquiatría, usaba y recetaba libremente la cocaína a sus pacientes y amigos como un tónico para curar la depresión y la impotencia sexual. Él era cocainómano, y creía que no existía una dosis máxima mortal. Por desgracia uno de sus pacientes le salió “contestón” y le dio por morirse de sobredosis. Aunque habrá quien piense que la cosa funcionó, porque el enfermo no necesitó mas psiquiatras desde aquella mortal receta.
Sin retrotraerse tanto en el tiempo, en la década de los 60 en España, era habitual recetar a los niños desganados un vino dulce con extracto de quinina llamada Kina, e incluso el popular Sansón. Después de un chupito, comer no se si comerían mejor pero sin duda cualquier cosa pasaba a ser más apetecible… si el plato dejaba de moverse.
¿A donde voy a parar? Pues nada, que creo que por fin lo he comprendido. Tras este breve repaso por estos “terroríficos” productos, que una vez estuvieron bien vistos y que se empleaban legalmente en nuestros ambulatorios y boticas, ya entiendo que algunos farmaceúticos de hoy en día no tengan miedo ninguno a preparar o vender productos homeopáticos. Después de todo, saben que lo que venden es agua, efecto placebo, una dilución de “nada”. Y eso la verdad, debe dejar sus conciencias tan satisfechas como llenas sus cajas.