Las lenguas de la mayoría de los mamíferos contienen receptores del gusto que se adhieren a diferentes sustancias, activando el funcionamiento de la célula y enviando una señal directamente al cerebro. Los humanos contamos con seis tipos de papilas gustativas que nos permiten identificar seis sabores: la grasa (el último sabor en descubrirse), lo amargo, lo ácido, lo salado y unami (relacionado al glutamato).
El gato no sólo carece del gen que permite degustar lo dulce, sino de la capacidad de digerir azúcares. No cuentan con las enzimas necesarias para metabolizar los carbohidratos y controlar los niveles de glucosa en su organismo. A pesar de esto, cerca del 20% de la comida para gatos contiene granos. Probablemente sea la razón del creciente número de mascotas con diabetes.
Si bien los gatos no pueden disfrutar de lo dulce, pueden probar cosas que nosotros no, como la adenosina trifosfato (ATP); compuesto que suministra la energía en cada célula viva. Este sabor es un claro indicativo de la carne.