Por extraño que pueda parecer en pleno siglo XXI, cuando nos resulta extraño ver a alguien tomando una cerveza en el bar de un hospital pero no comiendo dentro de un contenedor, conviene recordar que fue en los sanatorios donde se fraguó una larga tradición cervecera. Por ejemplo, en la ciudad de Ratisbona, situada en el estado alemán de Baviera.
Cuentan que los orígenes de una de las grandes cerveceras nacidas en Ratisbona, la firma Spitalbrauerei, se sitúan en torno al 1.226, casualmente el mismo año en que se fundó el hospital de la ciudad. Así, si en el antiguo Egipto pagaban los honorarios de los trabajadores con cerveza, en el siglo XIII, en el hospital de Baviera, todas las noches servían a los residentes una jarra de cerveza o una copa de vino antes de irse a dormir.
Por aquel entonces no existía debate alguno en cuanto a si la cerveza era perjudicial o saludable para quienes la tomaban, y aunque no fue hasta el siglo XVI cuando la cerveza destronó al vino para erigirse bebida favorita de los bávaros, ya había por allí muchos osados que se atrevían a cocinar su propia birra siguiendo las recetas que ellos mismos pergeñaban.
Esto funcionó hasta que se toparon con los más puristas; aquellos que se atrevieron a establecer una serie de requisitos para mantener la tradición cervecera bávara y quienes, incluso, consideraba un sacrilegío la más mínima alteración de la receta propia de una ciudad, de un pueblo o de una familia. De hecho, llegó el momento en que las autoridades llegaron a interceder para aplacar el espíritu innovador de sus maestros cerveceros e implantar duros castigos contra todos aquellos que se atreviesen a saltarse las cláusulas de pureza.
Todo apunta a que, en el hospital de Ratisbona, los encargados de fabricar el brebaje no se saltaron, en ningún momento, las normas establecidas. Pese a ello, como ocurrió con las cervecerías que surgieron en tantos y tantos centros clínicos, tuvo que echar el cierre o pasar a manos de alguna compañía cervecera en el siglo XIX. Ni el mismísimo rey bávaro Max I Joseph estaba dispuesto a echar por tierra tantos siglos de tradición.
Para corroborar lo que cuentan los cronistas alemanes, hemos de cruzar el Canal de la Mancha y viajar hasta Londres. Allí, ocurrió algo similar ya hace varias décadas. Concretamente, en el barrio londinense de Greenwich, donde la tradición de elaborar cerveza de forma artesanal se remonta a 1426, cuando se estableció allí el duque Humphrey de Gloucester, hermano de Enrique V. Junto a las casas de la nobleza de aquellos años se había de levantar una fábrica de cerveza casi por necesidad, ya que, según cuentan las crónicas de aquel entonces, el agua no era muy potable que digamos.
Para corroborar lo que cuentan los cronistas alemanes, hemos de cruzar el Canal de la Mancha y viajar hasta Londres. Allí, ocurrió algo similar ya hace varias décadas. Concretamente, en el barrio londinense de Greenwich, donde la tradición de elaborar cerveza de forma artesanal se remonta a 1426, cuando se estableció allí el duque Humphrey de Gloucester, hermano de Enrique V. Junto a las casas de la nobleza de aquellos años se había de levantar una fábrica de cerveza casi por necesidad, ya que, según cuentan las crónicas de aquel entonces, el agua no era muy potable que digamos.
De hecho, hay quien sitúa el inicio del legado de la birra artesanal británica en ese mismo lugar, y mucho antes del siglo XV. Algo más adelante en el tiempo, en 1694, en el Hospital de Greenwich (que más tarde se convirtió en lugar de retiro para los marineros de la Armada Real), los responsables de la clínica compraban la cerveza a un cervecero local para dársela a los pensionistas.
Eso sucedió hasta 1708 cuando, descontentos con la calidad de la bebida que les suministraba su proveedor, decidieron fabricar la suya propia. Ni cortos ni perezosos, dedicaron una parte del hospital a cocinar el zumo de cebada. Además, hicieron números y comprobaron que les salía mucho más económico fabricar su propia birra que comprarla a los cerveceros del barrio.
Si durante tantos y tantos años los hospitales no solamente sirvieron cerveza a los que allí se trataban de una u otra dolencia, sino que además la fabricaron, ¿cómo podemos dudar ahora de que sea beneficiosa para nuestra salud? Claro está, en su justa medida.