Para su experimento, los científicos analizaron los datos de dos estudios independientes realizados entre 2007 y 2012 con un total de 13.922 participantes con edades comprendidas entre los 25 y los 74 años y en los que el estilo de vida o la frecuencia de las pesadillas eran dos ejes principales de los cuestionarios presentados a los voluntarios.
El 3,9% de los participantes afirmó tener pesadillas a menudo; el 45% las tenía ocasionalmente y el 50,6% nunca había tenido pesadillas. Comparando estos datos con los baremos de depresión e insomnio, descubrieron que el 28,4% de los voluntarios que presentaba síntomas severos de depresión formaba parte del grupo que tenía pesadillas de forma asidua. Lo mismo sucedió con los participantes con insomnio frecuente, representando el 17,1% de ellos.
“Nuestro estudio muestra una clara relación entre el bienestar y pesadillas. Esto es más evidente en la conexión entre pesadillas y depresión, pero también es evidente en muchos otros análisis relacionados con las pesadillas y preguntas que miden la satisfacción de vida y la salud”, aclara Nils Sandman, líder del estudio.
“Podría ser posible que las pesadillas podrían funcionar como indicadores tempranos de la aparición de la depresión y por lo tanto tienen un valor diagnóstico aún sin explotar. Además, debido a las pesadillas, el insomnio y la depresión a menudo aparecen juntas, ¿sería posible tratar todos estos problemas con una intervención dirigida exclusivamente hacia pesadillas?”, se pregunta Sandman.