La mayoría de smartphones actuales incluyen un sistema de localización y rastreo que permite, si todo va bien, recuperarlo en caso de robo o pérdida. La teoría es buena, pero la práctica le ha costado a un joven canadiense su vida después de ser asesinado a tiros por las mismas personas que le robaron el teléfono.
Los hechos ocurrieron después de el joven olvidase su teléfono en la parte trasera de un taxi. Rápidamente, abrió la herramienta de rastreo correspondiente y fue a la ubicación que mostraba, en un parking de las fueras de la ciudad a las 5 de la mañana su sábado.
Aunque tuvo el sentido común de ir acompañado, al llegar al lugar pronto se levantó una trifulca entre el joven y 3 personas que tenían su teléfono y se encontraban dentro de un coche aparcado. Cuando los 3 hombres intentaron emprender la fuga y el joven se amarró a la ventanilla del asiento del conductor para impedirlo, uno de los ocupantes disparó varios tiros. Para cuando llegó la policía, la víctima ya había muerto.
Imprudencia o no, el caso pone de relevancia la delicada doble cara de ese tipo de servicios. Aunque no suele haber problema cuando el teléfono está perdido o extraviado entre los cojines del sofá, cuando ha sido robado, en la mayoría de ocasiones la herramienta dirige directamente hacia el mismo ladrón, que no suele llevar, lógicamente, muy buenas intenciones.