La, por aquel entonces declinante, carrera de John Travolta remontó hasta cimas insospechadas gracias al papel de Vincent Vega que le regaló Quentin Tarantino. Sin embargo, el bueno de Travolta era el segundo plato del director, que hubiera preferido a Michael Madsen para interpretar al protagonista de ‘Pulp Fiction’, pero éste andaba liado en otro rodaje.

Para los directores de prestigio, Travolta no era más que ese actor de las películas con bebés que hablan.

Por eso, cuando su agente le dijo que Quentin Tarantino quería conocerle, saltó como un resorte y se presentó en casa del director. Antes de entrar en el apartamento, le dijo a Tarantino de qué color eran la alfombra y los azulejos del baño. “Lo sé porque viví en un apartamento como este cuando llegué a Hollywood”. Conectaron inmediatamente.

Tarantino le habló de Pulp Fiction y de otra historia de vampiros que tenía en proyecto, From Dusk Till Dawn (Abierto hasta el amanecer). A Travolta no le sedujo lo de los vampiros. Pero se moría por hacer de Vincent Vega. Aunque le preocupaba un poco que su personaje fuera volando cabezas alegremente. Tarantino le tranquilizó, diciendo que iba a suprimir casi todas sus escenas violentas. Por una pequeña mentira no pasa nada.


La lista que ves arriba es la que pidió Tarantino a la productora, especificando qué papeles habían sido escritos pensando en los actores y hasta dónde estaba dispuesto a ceder por otros intérpretes (aunque luego se mostró bien terco en sus elecciones iniciales). Por ejemplo, la inolvidable interpretación de Samuel L. Jackson hubiese sido “otra cosa”, no sabemos si peor o mejor, de haber recaído el papel en el “plan A”, Lawrence Fishburne o de postre Eddie Murphy.

Tampoco estaba en la alineación inicial el icónico Bruce Willis en el papel del boxeador Butch, un rol para el que se barajaban los nombres de Matt Dillon, Johnny Depp, Sean Penn o Nicholas Cage. El Señor Lobo podía haber tenido el rostro regordete Danny DeVito en lugar de la mandíbula cuadrada de Harvey Kietel.

Lo de Uma Thurman fue muy diferente. Ella no quería el papel. En cambio, Tarantino lo tenía muy claro. El estudio le sugirió a Michelle Pfeiffer, Meg Ryan, Holly Hunter y Rosanna Arquette. Pero QT sólo se reunió con Uma Thurman.

Ella recuerda que la película le asustaba un poco. No era sólo el lenguaje obsceno y la violencia; concretamente, la escena de la violación anal de su novio Marsellus Wallace le parecía demasiado extrema. Tarantino pasó horas hablando con la actriz para convencerla. Según reconoce ella, estas charlas versaron principalmente sobre las diferencias entre la violación femenina y la masculina. Curiosa manera de iniciar una gran amistad. Hoy en día, Thurman dice que no se explica sus dudas sobre la película.

Y nos queda Samuel L. Jackson. La suya es la mejor historia de todas. Tarantino le había dicho que había escrito el papel de Jules Winnfield pensando en él, por lo que se confió, pensando que el trabajo era suyo. Pero unas semanas después, se entera de que su papel está en peligro, porque Tarantino está considerando seriamente al actor puertorriqueño Paul Calderón.

Tarantino conoció a Calderón en Nueva York, le pasó el guión, este se lo estudió durante unas horas, y le hizo una pequeña demostración a Tarantino, que consiguió arrancar sus aplausos. Por primera vez, QT estaba indeciso respecto a uno de los protagonistas de su peli. Pero en Miramax sabían lo que querían. Querían a Samuel L. Jackson, un actor fundamental para atraer al público negro. Como QT se había salido con la suya en los demás papeles, no podía negarse a montar una “prueba”, al clásico estilo de Hollywood, para decidir entre ambos actores.

Muy cabreado, Jackson voló a Los Angeles, desde un rodaje en Nueva York, dispuesto a hacerse con el papel de una vez por todas. En el avión estudió el guión a conciencia. Cuando llegó, nadie del estudio había ido a recogerle, lo que le cabreó aun más. Tenía hambre, y de camino al estudio compró una hamburguesa. Al llegar al estudio, un tipo del equipo de producción le tomó por Laurence Fishburne. Aquello fue la gota que colmó el vaso.

Irrumpió en la sala de la prueba hecho una furia, con la hamburguesa y un batido en la mano, dando gritos y maldiciendo: “¿Querían darle este papel a otro? ¡Ahora vav a ver lo que es actuar, hijos de puta!” Allí estaba Tarantino con dos productores, alucinados ante aquella aparición. Podría ser un negro del Harlem enviado para meterles una bala en el cuerpo. Era Jules Winnfield.

La prueba de Calderón fue exactamente al revés. Se puso nervioso porque Tarantino llegó tarde, y no fue capaz de repetir la buena actuación que había hecho en Nueva York. Antes de acabar, él mismo se dio por vencido. A pesar de todo, Tarantino le dio un pequeño papel en la peli (Paul, camarero del club de Marsellus Wallace).

Estaba escrito que Samuel L. Jackson tenía que ser Jules Winnfield. Aquel papel cambió la percepción que todo el mundo tenía sobre él. Hasta la de su mujer. Cuando vio la película, le dijo a su marido: “Sé que siempre he sido muy crítica contigo, pero hoy me he dado cuenta de lo que vales. Eres una estrella.”

Por último, Ving Rhames, el actor que interpretó a Marsellus Wallace, también tiene anécdota. De nuevo, Tarantino había pensado inicialmente en Max Julien, ídolo de las películas de blaxplotation de los años 70. Pero de ninguna forma iba a pasar por la famosa escena de “el tarado”. En cambio, Ving Rhames, un veterano del teatro que había crecido en Harlem, encontró aquella escena lo más interesante del papel. “Con el aspecto que tengo, nunca me dan la oportunidad de interpretar personajes vulnerables”, dijo.

Con el reparto decidido, era momento de empezar a rodar, y hacer que una película con un presupuesto de 8 millones de dólares, tuviera el aspecto de una de 25. 





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