Los primates, por ejemplo, son capaces de comunicarse por gestos y entender qué ocurre a su alrededor. A cambio, el hombre experimenta con ellos o, sin son afortunados, los encierra de por vida en un zoológico. Pero incluso condenados a cadena perpetua, estos animales continúan soprendiéndonos con su gran sensibilidad, tal y como muestra este momento.
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