Cuando un sobrino era pequeño, hacía un berrinche gigante cada vez que tenía que tomar medicinas, como la gran mayoría de los niños. Para lograr que tomara el jarabe, sus padres tuvieron que recurrir a un truco que tal vez algunos consideren inapropiado: apelar al egoísmo del niño. Le decían “pues yo me tomaré este jarabe y no te voy a dar nada“, y el pequeño se volvía loco y gritaba “¡NO, ES MÍO, DÁMELO!“, y se lo tomaba. De que funcionaba, funcionaba.
Un chico de YouTube utiliza una estrategia muy similar cuando tiene que dar medicina a su perro. El medicamento no es apetitoso, pero el animal no puede entender que tomarlo es lo mejor para él. Así que aprendió a usar la psicología inversa: simplemente decirle al perro con voz de regaño que no podía comerse la pastilla, mientras fingía que era suya. Inmediatamente, su mascota se vio interesado en lo que tenía en las manos y, cuando cayó al suelo, terminó comiéndola como si fuera un dulce.
Me pregunto si César Millán aprueba este truco.
