En Hong Kong hay una escalera mecánica que te lleva a casa. Un medio de transporte al aire libre que en menos de 20 minutos traslada a una persona desde el bullicio del distrito Central a las tranquilas laderas residenciales del barrio de Mid-Levels. No hay otra igual en el mundo. Mide casi un kilómetro.


Para encontrar su razón de ser hace falta remontarse a los años 80, una época de tremendo crecimiento en Hong Kong. La complicada topografía de la isla no era un obstáculo para los ingenieros de la ciudad, que llenaron sus solares empinados de torres. Olía a dinero por todas partes.

Con el crecimiento llegan también los problemas. El tráfico ralentiza la ciudad. Cada vez hay más oficinistas que se trasladan a Mid-Levels, un barrio que se encuentra en la parte medio-alta de la urbe. Aquí hay más árboles, el aire está más limpio y hay edificios de nueva planta para acomodar a expatriados y locales acomodados. La densidad de la ciudad no permite hacer calles más grandes. Se exigen soluciones innovadoras.

Para intentar paliar este problema, el gobierno crea un ingenioso plan destinado a reducir el tráfico.


Cuando viajas en coche o transporte público, la distancia entre las dos zonas es entre cinco y siete kilómetros.
A pie, en cambio, no llegaba al kilómetro. Una distancia corta si no fuera por el desnivel entre las dos áreas (más de 150 metros). Inviable como alternativa masiva al autobús o el coche privado.

¿La solución? Un sistema integrado de escaleras mecánicas de más de 800 metros de longitud que conecta los dos barrios y que es el más largo del mundo. Un sistema pensado para sacar a los ciudadanos de sus coches y animarlos a acudir a su trabajo a pie.

Las escaleras se dividen en una decena de tramos para que el peatón pueda bajarse en cualquiera de las 14 calles que conectan con este servicio.


En cada tramo, solo hay una escalera mecanizada que cambia de dirección según la hora del día. Por la mañana temprano, se dirige hacia abajo en dirección a las oficinas. A partir de las 10:00, invierte su sentido y se dirige hacia las zonas residenciales situadas en alto hasta medianoche. Entonces se apaga.

A mitad de trayecto hay una máquina que añade dos dólares hongkoneses al abono transporte en compensación por haber utilizado este medio en lugar de un vehículo motorizado. Un incentivo más para dejar el coche en casa.
Hoy la escalera es motivo de orgullo para las autoridades y considerada una atracción turística, pero no siempre fue así. La factura final de la instalación incurrió un sobrecoste del 153% y, así, acabó ascendiendo a un total de 30 millones de dólares estadounidenses en 1993. Esto llevó al Departamento de Auditoría de la ciudad a tildarla de innecesaria y cara.

Hace poco, un informe del Departamento de Transporte de Hong Kong sembró dudas sobre su efectividad. Tras un estudio en 2010, encontraron que no se había apreciado una reducción importante de los vehículos en la zona. Argumentaban que se había producido un escenario de demanda inducida. Se ha conseguido aumentar el flujo de personas en la zona pero sin reducir los desplazamientos en coche.





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