La semana pasada en Francia, Twitter se llenó de chistes a propósito del racismo latente en Europa para con los negros. #SiLosNegrosHablaranComoLosBlancos
Espera. Retrocede... ¿has dicho ‘negritos’?
Mejor volvemos a empezar: “soy blanco y no soy racista porque veo a las personas de color como iguales”.
Ahora di, ¿qué es una persona de color? ¿De qué color estás hablando? ¿Morado, amarillo, verde, azul?
Probemos otra vez: “soy blanco y no soy racista, o eso creía, hasta que descubrí que sí lo era, o al menos un poquito”.
Mucho mejor.
Lo cierto es que los blancos solemos ser racistas, incluso si nos esforzamos en no serlo, nuestro día a día está repleto de racismos que inundan nuestro discurso, a saber:
- Cuando vemos una película y decimos cosas tales como “sí, el protagonista era un negro famoso’, porque aunque sean celebridades, por su raza las seguimos metiendo a todas en el mismo saco.
- Cuando estamos junto a un negro y alabamos algún aspecto de su físico (nariz, pelo rizado, piel, labios) que nos resulta súper fascinante, aunque el comentario sea obvio y mezquino.
- Cuando intentamos describir la tonalidad de su piel, con eufemismos y metáforas desafortunadas que al hablar de una persona blanca, “¡era negra y rugosa como una piedra pómez!”
- O cuando los metemos a todos en un saco: negro = africano = sabana tercermundista = unga unga unga.
Miles de personas de todo el país se sumaron a esta iniciativa, y empezaron a darle la vuelta a ciertos clichés y comentarios que consciente o inconscientemente solemos repetir y que, si en vez de blancos a negros fueran dirigidos de negros a blancos, nos parecerían horrorosos.