La forma inocente y sin prejuicios en la que los más pequeños dan lo mejor de sí mismos debería hacernos reflexionar sobre cómo nos vamos “avinagrando” al hacernos mayores. Y es que, si todos nos pareciésemos un poco más como esta niña y fuesemos capaces de mostrar a nuestros semejantes nuestra mejor cara, el mundo sería -definitivamente- un lugar mucho mejor.
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