Establecidos en 1990, estos galardones cubren todos los aspectos de la industria: cocineros y restauradores, autores de libros de cocina y periodistas del sector, diseñadores y arquitectos o los mejores restaurantes del momento. Todos los ganadores de los premios reciben un certificado y una medalla grabada con el rostro de James Beard. No hay premios en metálico. La recompensa viene después con restaurantes llenos a reventar y publicidad infinita en los medios de comunicación.
¿Pero quién era James Beard?
James Beard, sentó las bases para situar a Estados Unidos en el mapa de la vanguardia de la gastronomía mundial. Fue un entusiasta pionero en su campo, anfitrión del primer programa de comida de televisión en 1946 cuando la televisión salía del cascarón y uno de los primeros en sospechar que las tradiciones culinarias americanas eran coherentes dentro de una cocina nacional. En definitiva, era un antiguo defensor a ultranza de la cocina de producto con los mercados locales por bandera que abogaba por la verdadera gastronomía de EE. UU. que se fraguaba en las granjas y los campos de los pequeños pueblos. Evidentemente, granjeros, pastores y artesanos lo amaban con locura.
La restauración como show business
Los premios de la James Beard Foundation no se conocen como los Oscar de la alimentación por casualidad. La apuesta es clara. Hay que reivindicar la gastronomía nacional con orgullo y poderío pero siempre pensando en el interés público. Para que la gastronomía interese a todos los públicos y no solo a los foodies, se pone en marcha toda la maquinaria del show business. La alfombra roja con el photocall cambia los actores por los chefs y las películas con sus directores por los restaurantes y restauradores.
La restauración como show business
Los premios de la James Beard Foundation no se conocen como los Oscar de la alimentación por casualidad. La apuesta es clara. Hay que reivindicar la gastronomía nacional con orgullo y poderío pero siempre pensando en el interés público. Para que la gastronomía interese a todos los públicos y no solo a los foodies, se pone en marcha toda la maquinaria del show business. La alfombra roja con el photocall cambia los actores por los chefs y las películas con sus directores por los restaurantes y restauradores.
Los norteamericanos vieron antes que nadie que la gastronomía podía ser la nueva mina de oro de los medios de comunicación. Como dijo Mitchell Davis, vicepresidente ejecutivo de la James Beard Foundation, en una entrevista publicada en Gastroeconomy: “En estos momentos, hay en EE. UU. dos canales temáticos sobre gastronomía que emiten 24 horas al día, y los contenidos en otros canales generalistas, como Bravo o NBC, crecen cada vez más, es muy habitual ver a chefs en los ‘late night shows’ con mayor audiencia. Como ejemplo, la revista ‘People’ ha publicado artículos sobre chefs en cuatro números de manera consecutiva. La gastronomía se ha convertido en parte de la cultura popular, la atención mediática que tiene, comparada con la de hace 20 años, es irreconocible”.
Para un profesional del espectáculo no hay ninguna diferencia entre organizar un evento para la industria del cine o para la industria de la alimentación. Al final solo hace falta cambiar una palabra en la famosa frase:
“Y el Oscar al Mejor Chef es para…”
“Y el Oscar al Mejor Chef es para…”