La cabeza del cachalote alberga una de las sustancias más preciadas de las historia de la humanidad, el espermaceti. Es un aceite que alimentó las lámparas de medio mundo durante más de un siglo. En el siglo XVIII se descubrieron sus virtudes. Iluminaba con más brillo que las de sebo, lo hacía de manera uniforme, no desprendía olor a rancio ni excesivo humo. Como consecuencia la caza se disparó y la industria del aceite de ballena floreció.

La testa de los cachalotes supone un tercio de su peso. Hasta 18 toneladas de espermaceti se acumulan en su interior. Los balleneros surcaban los mares en busca del preciado material. Al llegar a puerto los veleros se lo quitaban de las manos. Podían sacar rendimiento a la sustancia durante casi dos años. Prensaban paulatinamente la masa densa y cerosa para extraer el aceite. Con la sustancia residual elaboraban velas. También se usaba como lubricante, como mantequilla, en cosmética y en farmacología.


El aceite de espermaceti alumbraba con gran brillo y olía muy poco. Otros aceites de ballena apestaban a podrido. Con él se fabricaban las mejores velas, que ardían de manera uniforme y no chorreaban. Tal fue el éxito de estas luminarias que en aquella época nació la candela, la unidad de la intensidad luminosa según el Sistema Internacional, que es la luz emitida por una vela de espermaceti.


En el siglo XIX se extraían al año unos 18 millones de litros de espermaceti. La demanda era inabarcable. Su preció llegó a triplicarse. La masacre de ballenas se exacerbó. Hasta que a mediados del siglo se descubrió una manera de destilar queroseno. Este derivado del petróleo era barato, más luminoso, no olía y podía almacenarse largo tiempo. La era del espermaceti tocó a su fin.

¿Para qué lo usa la ballena?
El espermaceti es una mezcla de triglicéridos y ceras con un abundante contenido en ácidos grasos insaturados. Una mezcla perfecta cuyo punto de congelación es la clave que confiere capacidades iningualables a la ballena. Gracias al espermaceti los cachalotes pueden hundirse hasta las zonas más profundas del océano sin un esfuerzo descomunal.

Los cachalotes comen casi exclusivamente calamares. Para capturarlos se sumergen habitualmente unos 1000 metros, aunque se han registrado inmersiones de hasta los 3000 metros. Permanecen quietos hasta sorprenderlos y devorarlos. Para mantenerse parados a una profundidad determinada sin tener que nadar constantemente, su densidad debe ser igual que la del agua que le rodea.

Cuanto más profunda es el agua más fría está y más densa. Este aceite es líquido a la los 37 ºC, la temperatura corporal del cachalote. A medida que baja la temperatura se va solidificando. A los 31 ºC empieza a cristalizar y a un par de grados menos ya está sólido. Así, el aceite de la cabeza del cachalote varía su densidad en consonancia con el agua. Una maravilla del mundo natural.




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