Por esta razón reclamaron a sus rivales, los jugadores del Santo Spirito de equipación blanca, que no se excedieran. Sin embargo, no hubo piedad.
Tercera semana de junio en Florencia, dos equipos de 27 hombres en la arena de la plaza de Santa Croce, dos porterías, una pelota y ninguna regla a seguir. Empieza el Calcio Storico. Aquí participan los cuatro barrios más antiguos de la ciudad representados por sus extraordinarias iglesias locales y por cuatro colores: hay el rojo para Santa Maria Novella y el verde para San Giovanni, además del Santa Croce y Santo Spirito.
Se trata de un deporte originario de 1580, que consiste en marcar más puntos que el adversario, ya sea con los pies, con las manos o usando la fuerza. Es un brutal combate de 50 minutos en el que la lucha cuerpo a cuerpo es la principal vía para derrotar al adversario. Aquí todos los participantes pelean arropados por el clamor de una fiel afición con un único objetivo: ser el mejor en la arena.
"Es una batalla en la que vale todo. Vas con todas a por el adversario, si puedes romperle una pierna; se la rompes, porque el objetivo es eliminarlo, hacer que salga del campo", dice el fotoperiodista.
Para ejecutar este trabajo, al que se otorgó el primer premio de la categoría multimedia del World Press Photo de 2014, Airob y Ramos estuvieron en la edición de 2013 e hicieron el seguimiento del equipo Santa Croce y del Santo Spirito, los mismos que mañana, día 24, disputan la gran final.
El Calcio Storico es un juego que significa cultura, apego a una tradición, a una identidad y a unos colores, todos ellos enredados entre cientos de sentimientos que impulsan su ánimo durante este corto pero intenso intérvalo de tiempo. Sin embargo, hay uno de ellos que predomina por encima del resto: el miedo.
"El miedo forma parte del juego, el miedo forma parte de cada uno de nosotros. Sabemos que entramos allí por nuestro propio pie, pero no sabemos si saldremos por nuestro propio pie", admite uno de los jugadores que aparece en el reportaje 'Calcio Storico'.
Aunque nunca ha muerto nadie en este juego, todos acuden a la plaza aterrados por no saber cómo saldrán de allí, si se fracturarán alguna parte de su cuerpo o si lo harán en coma, como ha ocurrido en algunas ocasiones.
Para dar la talla en la arena, los participantes se someten a duros entrenamientos en los que combinan el rugby, que es la parte más estratégica, y el MMA, una clase de boxeo pero aún más brutal. Airob lo presenció en su día y asegura que les preparan para recibir golpes, para darlos y para aguantar el desgaste físico y mental que esto comporta.
Muchos de estos jugadores animan a sus hijos a que sigan la tradición para que un día sean uno de los 27 hombres que representan el barrio. Sin embargo, también hay quien no quiere que su familia se acerque lo más mínimo a este mundo.
"Nunca. Mi madre nunca ha visto un partido, ni mi padre, ni mi esposa, ni mi hija. No quiero que vengan ni al desfile. Después les llamaré y les explicaré si ha ido bien o no", reconoce otro de los jugadores que aparece en la pieza.
En este juego hay espacio para la amistad pero también para la enemistad. El fotoperiodista explica que "si dos miembros del equipo contrario se encuentran por la calle y se llevan mal, se pelean. En cambio, si se llevan bien solo se marcan". Un caso es el de un jugador del equipo de los blancos, Mariano Vieri, quien después de la final de 2013 recibió una paliza de camino a casa.
El periodista freelance e italiano Pipo Russo comenta que a pesar de que a muchos florentinos les disgusta la violencia que conlleva este deporte, casi nadie quiere que llegue el día de su abolición. Se trata de un deporte que aflora la indignación pero que es un rito anual.
A pesar de que el periodista italiano considera que hay demasiada violencia en este deporte, también admite que la brutalidad es uno de los ingredientes principales, por lo que, aunque no guste, no hay manera de deshacerse de ella.
En este deporte, una vez en la arena, nada importa; no son las mismas personas que son en la calle. El Calcio Storico sucede en un momento que está fuera del espacio y tiempo, que no se asemeja a nada de lo que puedes ver en la Europa del siglo XXI.