1936, Watsonville, clic. La fotógrafa Dorothea Lange inmortaliza a una madre que mira con preocupación hacia el horizonte, hacia el futuro. Sus dos hijas se cobijan en su cuerpo, se esconden de la mirada de esa mujer extraña que les apunta con una máquina.

Lange hizo una de las fotografías más famosas de la historia. La imagen de esa "madre migrante", así la tituló, se convirtió en un documento y un icono de la Gran Depresión económica de Estados Unidos. Hoy podemos ver la misma escena en las fronteras de Turquía y Grecia: mujeres y familias enteras que caminan con sus hijos en busca de seguridad y un porvenir.

Aunque todos creemos comprenderla nada más enfrentarnos a su mirada, la realidad es que pocos conocen la historia de esta mujer.

Florence Leona Christie, así se llamaba, fue migrante antes de nacer. Nació en 1903 y fue hija de dos cherokees que habían sido desplazados de su tierra en Oklahoma.

A los 17 años se casó con su primer marido y formó una familia. Empezó a trabajar en las granjas y fábricas del norte de California. Años después, mientras daba a luz a su sexto hijo, su marido moría de tuberculosis.

Más tarde conoció a un hombre de negocios con quien tuvo otro hijo. Sin embargo, la relación no prosperó. Su última pareja (antes de que Lange le hiciera la foto) fue Jim Hill, un camarero y carnicero de Los Ángeles con quien tuvo tres hijos más. Eso suman 10 hijos.

Florence, irreductible, trabajó en infinidad de lugares, día y noche, para alimentar a su prole. Un día de 1936 ella, el camarero-carnicero y tres de sus hijos viajaban en coche hacia Watsonville con la esperanza de conseguir trabajo en las plantaciones de lechuga. El coche se averió y caminaron hacia un campo de guisantes.

Allí encontraron 3.500 recolectores que, como ellos, habían venido buscando trabajo. Las heladas habían destruido el cultivo y la situación era de desesperación. Mientras Hill iba a la ciudad a conseguir recambios para el coche, Florence y sus hijas esperaron bajo una tienda de campaña improvisada.
En ese momento se les acercó Dorothea Lange con su cámara Graflex. Había sido enviada a cubrir el fenómeno de los trabajadores migrantes agrícolas en la región. En 10 minutos sacó 6 fotografías, no preguntó nombres. No hablaron entre ellas.

Las imágenes de Lange impactaron a las autoridades californianas, que establecieron un plan de ayuda emergente para los recolectores de guisantes.No obstante, Florence y su familia ya se habían ido cuando esa ayuda llegó.

El reportaje de Dorothea Lange se publicó en el San Francisco News. Sus hijos vieron la foto en el periódico. En cuanto a Florence, apenas reaccionó.Mientras su rostro se convertía en un emblema, y en un símbolo del Dew Deal, ella continuaba luchando por la supervivencia de su familia.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Florence se casó con el administrador de un hospital y consiguió tener un poco más de estabilidad financiera. Al parecer, siempre sintió resentimiento hacia la imagen que la había convertido en un icono de sufrimiento, sin que eso ayudara a paliar su situación personal.

Fue en su lecho de muerte cuando la ayuda llegó. En 1983, Florence sufría cáncer y trataba de recuperarse de un derrame cerebral. Su familia no podía seguir costeando el tratamiento médico, así se les ocurrió pedir ayuda para la famosa "madre migrante" de América. Las donaciones llegaron de todo el país, acompañadas de decenas de cartas de ciudadanos que se habían sentido reflejados en la imagen de Lange. Todos ellos sintieron la fuerza de Florence para seguir luchando.

Tras recaudar más de 35.000 dólares, Florence murió. En su lápida puede leerse: "Madre migrante. Una leyenda de la fortaleza materna americana".

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