Eso de que hay que dormir unas 8 horas seguidas cada noche es un invento moderno.
La gente de la Edad Media hacía una pausa de una hora o más después de la media noche, que incluía sexo y algo más...
A la cama con las gallinas
La luz eléctrica lo cambió todo, incluyendo los hábitos de sueño.
Cuando el mundo nocturno era oscuro o muy mal iluminado y había poco que hacer después de oscurecer, muchas personas se iban temprano a la cama, hacían una parada de mitad de jornada y seguían durmiendo.
Algunos rezaban o haraganeaban en la negrura, pero otros se entregaban a los placeres del sexo en las tinieblas. Varios manuscritos de la alta Edad Media dan fe de estos hábitos de sueño, aunque por supuesto había sus excepciones.
Los médicos del medioevo recomendaban dormir el primer periodo recostado sobre el lado derecho y el segundo sobre el costado izquierdo, suponemos que por una cuestión de equilibrio.
¡Infeliz, llegaste borracho!
Muchas damas de la Edad Media lamentaban que los hombres se quedaran hasta media noche en la taberna, no tanto por el dinero que gastaban o por la posibilidad de contraer hábitos alcohólicos, sino por la pérdida de la parada sexual. El caballero llegaba pasado de tragos y no había manera de despertarlo hasta el día siguiente.
En cambio, los monjes benedictinos estaban sometidos a la férrea disciplina de la orden, que no solo les privaba del sexo, sino que también les obligaba a despertar antes de las 2 AM para el oficio de maitines, después del cual ya no podían dormir.
Los monjes de San Benito andaban medio sonámbulos en el día, hasta que un compasivo jefe de la orden les permitió tomar una siesta. Hubo que inventar también que el demonio se llevaría a quien intentara prolongar la siesta.
Sexo entre sueños
A poca gente se le ocurriría actualmente irse a la cama, poner el despertador a la media noche, levantarse para una sesión de sexo y volverse a acostar hasta la mañana.
La gente de la Edad Media incluía en su agenda el sexo en la alta madrugada, sin necesidad de reloj despertador. El reloj biológico activaba la alarma.
Este horario sexual era recomendado por los médicos de la época, no por la falta de luz sino por la quietud de la hora.