Todos los veranos (y muchos todos los días del año) nos aplicamos cremas solares sobre la piel como parte de la rutina diaria de aseo antes de salir a la calle. ¿Qué tienen estos productos para evitar que los rayos ultravioletas deterioren nuestra piel? ¿Cuándo se inventaron?
En la Era Moderna, la piel bronceada se puso de moda en los años veinte. Hasta entonces una piel blanca indicaba alto estatus. La aristocracia y realeza cultivaban su palidez hasta que las venas azuladas pudieran verse a través. De ahí la expresión ‘sangre azul’. La piel tostada era propia de los pobres y de los enfermos, a los que los médicos recomendaban tomar baños de sol.
En los años 20 la bailarina Josephine Baker irrumpió en la escena artística rompiendo moldes y despertó el gusto por el color tostado. Era admirada no solo por sus excéntricos bailes también por su piel caramelo. La rebelde diseñadora Coco Chanel hizo despegar la tendencia definitivamente cuando empezó a lucir su piel bronceada con orgullo tras pasar algunos días en yate. Muchas mujeres sintieron ganas de disfrutar de la libertad del sol acariciando su piel y del color dorado que daba calidez a sus facciones.
Pronto, en 1927, apareció el primer bronceador, el ‘Huile de Chaldée’, del perfumista francés Jean Patou, famoso por crear los uniformes de tenis más cómodos y sexies del momento. Era una mezcla de aceites esenciales de delicioso aroma, que rápidamente se convirtió el olor emblemático del verano. No protegía del sol, pero hidrataba y significó el nacimiento de los productos para resaltar el bronceado.
Casi dos décadas más tarde llegó el primer protector solar. El farmacéutico y aviador Benjamin Green había observado que los soldados desplazados en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial sufrían quemaduras tras pasar horas en la cubierta de los portaviones. Descubrió que la vaselina roja aplicada sobre la piel ayudaba a paliar las quemaduras. Por ser un derivado del petróleo y tener textura viscosa lo llamó ‘Red Pet’. Pronto Merck & Co se hizo con la patente y lo lanzó al mercado en los años cincuenta como ‘Coppertone’. Ahora es de Bayer.
Para entender cómo protegen estas cremas primero hay que conocer al enemigo. La radiación solar está compuesta por un 45% de radiación visible, un 50% de radiación infrarroja, ambas inofensivas, y un 5% de ultravioleta, en parte peligrosa. De esta última hay de varios tipos, UVA, UVB y UVC. A la superficie de la Tierra llegan solo las dos primeras. Las C, que son las más energéticas y dañinas, son frenadas por el ozono de la atmósfera.
La radiación UVB es la predominante en verano y la principal responsable de las quemaduras solares y del cáncer de piel. Y la UVA penetra en las capas más profundas de la piel, genera radicales libres que la deterioran y envejecen prematuramente. En los años ochenta se usaban cremas que solo protegían de los UVB con filtros muy bajos porque se creía erróneamente que si uno se protegía mucho del sol no se bronceaba. Pronto se descubrió el daño que hacían los UVA y nació una nueva generación de fotoprotectores. Hoy la industria se centra en mejorar texturas y acabados.
Hay dos tipos principales de fotoprotectores que previenen las quemaduras. Unos son los que cubren la piel y bloquean la radiación de una forma física. Se llaman opacificantes y consisten en un material mineral, como dióxido de titanio u óxido de zinc. Los otros son los productos que penetran en la piel donde absorben las radiaciones que alcanzan esa zona. Este segundo tipo, de acuerdo con la Academia Española de Dermatología y Venereología, son habitualmente compuestos químicos como ácido paraaminobenzoico al 5% (PABA) o sus ésteres en etilalcohol.
Hay que aplicarlo generosamente (la dosis efectiva son 2 miligramos/cm2) y de forma uniforme a lo largo de todo el cuerpo. Tardan unos 30 minutos en unirse con firmeza a la piel, por lo que se deben aplicar unos 45 minutos antes de la exposición al sol para evitar que el sudor o el agua los eliminen. Si lo estáis usando en ciudad y os maquilláis lo ideal es usar un fotoprotector de textura más ligera que los de playa. Hay que aplicarlo antes de la base de maquillaje. También hay en el mercado bases con protección solar.
En cuanto al el factor de protección solar (FPS), solo hacen referencia a la protección frente a los rayos UVB. La Comisión Europea recomienda un mínimo de 15 y un máximo de 50. Por encima de 50 la diferencia de protección no es muy significativa. Los productos que se anuncian como ‘pantalla total’ o ‘protección total’ no corresponden con la realidad porque no existe ninguna crema que proteja completamente frente a la radiación ultravioleta.
Las cremas protectoras protegen nuestra piel sobre todo de los rayos UVB, pero no garantizan la misma protección frente a los UVA. Por eso es importante no exponerse al sol en verano durante más de 30 minutos. Y evitar hacerlo en las horas centrales del día, es decir, entre las 12 y las 16 horas, que es el horario en el que llega entre el 30% y el 50% de la radiación ultravioleta diaria que recibe la Tierra.