Al levantar las copas de vino, los pueblos antiguos hacían una ofrenda simbólica a sus dioses. Se cree que el origen del brindis remonta a los griegos y fenicios. Para saciar la sed de las divinidades, los romanos adoptaron el hábito de derramar un poco de vino al suelo. Además, el brindis celebraba el final de un conflicto. El vencedor daba el primer sorbo para demostrar que no envenenaría a su adversario. Y al chocar un vaso en el otro, los romanos creían que el veneno se depositaba en el fondo del vaso. En la amenaza de una intoxicación también está la hipótesis sobre el origen de la exclamación “¡salud!".