Hay maneras y maneras de decir que algo no te importa nada en absoluto. Las hay finas y educadas, y las hay más contundentes, como esta. Las finas son más respetuosas, sí. Pero donde esté una buena grosería, que se quite la tibieza de las buenas formas.
Mi respetado sabio José María Iribarren no recoge en su obra El porqué de los dichos esta burdísima expresión. Supongo que su educación exquisita de caballero del siglo XX se lo ha impedido. Pero como a mí las monjas en el colegio – de la orden franciscana, para más señas- me enseñaron a amar a todo lo que se meneara por este mundo -incluidos los malotes: hermano malote, le dirían ellas-, debo descender a las bajas esferas del lenguaje y abordar sin miedo y con mucho cariño, este dicho tan común en la actualidad.
Para empezar, se plantea la primera cuestión. Cuando algo te hace sudar es porque realizarlo te cuesta un esfuerzo, normalmente físico. Por tanto, sería algo muy importante. Y sin embargo «Me la suda» significa lo contrario: una forma enfática de expresar que te importa un pimiento algo, que no le das la más mínima importancia y que lo desprecias.
¿Cómo se explica esta contradicción? ¿Por qué en la jerga, sobre todo juvenil (aunque ya haya sido adoptada por maduritos), de donde viene esta expresión que produce ese cambio semántico?
Pues ni idea, la verdad.