Para interpretar a un enfermo de sida en «Dallas Buyers Club», Matthew McConaughey llegó a perder 20 kilos. Tal cambio dejó de él una estampa muy diferente a la que, por ejemplo, lució en «Magic Mike», musculoso y con tableta de chocolate. El esfuerzo para interpretar bien su papel tuvo recompensa: Oscar al mejor actor en 2014.

Halle Berry confesó que estuvo ocho semanas sin ducharse para interpretar a una mujer adicta al crack en la película «Fiebre salvaje», para sentirse más identificada con su papel. Se trata de una de las anécdotas que ha confesado sobre sus inicios en el cine. También dejó que claro que «no estaba dispuesta a fumar crack» y que ese fue uno de los límetes que se marcó.

Quizá Vincent D'Onofrio no diga mucho al lector medio. Algo más cercano le parecerá el apelativo con que el Sargento Hartman se dirigía a él en «La chaqueta metálica»: «¡Recluta patoso!». Para encarnar a este sufrido marine, incapaz de seguir al resto de su batallón en las distintas maniobras, D'Onofrio engordó 32 kilos a lo largo de siete meses. Un cambio físico que le brindó el papel más memorable de su carrera.

En junio, Hugh Jackman sorprendió a todos sus fans de Instagram con un cambio de imagen por exigencias del guión. Con motivo de su papel del pirata Barbanegra en la nueva versión de «Peter Pan», dirigida por Joe Wright, tuvo que dejar su cabeza monda y lironda y perfilar su barba. Sin embargo, no es la primera que hace algo así. En la cinta «The Fountain», de 2006 y dirigida por Darren Aronofsky, también aparecía sin un pelo en su testa, pero, por aquel entonces, las redes sociales todavía no se habían impuesto en la vida de los actores.

Para cualquier actor, trabajar a las órdenes de Martin Scorsese es una esas cosas que les gustaría hacer antes de morir. Para cumplir este deseo, Jonah Hill aceptó cobrar el salario mínimo que exige el Sindicato de Actores Estadounidenses para actuar en «El lobo de Wall Street», según confesó en una entrevista con Howard Stern. El monto total de su sueldo fue de unos 60.000 dólares por su papel de Donnie Azoff. «Hubiera vendido mi casa y l e hubiera dado a Scorsese todo mi dinero por trabajar con él. Habría hecho cualquier cosa en el mundo. Y lo volvería a hacer sin pensarlo», sentenció.

Robert de Niro, como buen seguidor del Método (escuela creada por Konstantin Stanislavski que ayuda a los intérpretes a canalizar sus emociones y propugna que se identifiquen con sus personajes), es reconocido como un actores más meticulosos de Hollywood. Para su papel en «Taxi Driver», no dudó en sacar su licencia de taxi como demuestra el resguardo que se conserva en el Harry Ramson Center de la Universidad de Austin (Texas). El documento, expedido a nombre de Robert A. De Niro (la «A» es de Anthony), deja constancia de que tiene permiso para conducir un taxi hasta el 31 de mayo de 1976, el año en que se estrenó la cinta.

Antes de dar vida al pelotón de Rangers que se adentra en terreno nazi en busca de un marine, los principales actores de «Salvar al soldado Ryan» sufrieron un entrenamiento especial. Bajo las órdenes de Steven Spielberg, los protagonistas de esta búsqueda (Tom Hanks, Tom Sizemore, Edward Burns, Jeremy Davies, Barry Pepper, Paul Giamatti y toda la patrulla salvo Matt Damon) pasaron diez días en un campo de entrenamiento con un marine retirado. La ocupación del militar consistía en tratarlos como si de «reclutas patosos» se trataran, para que sintieran en sus huesos la dueza de la vida castrense. El instructor sólo se dirigía a los actores por el nombre de sus personajes; les hizo aprender técnicas de combate y durmieron en la tierra empapada por un diluvio. Comieron las raciones de un soldado más y, de fondo musical, las órdenes imperativas de su particular sargento Hartman. Lo que animó a Spielberg a este entreamiento no fue una vena de sadismo, sino la forma de que sus actores tomaran plena conciencia de su papel.

Para cualquiera que haya visto «La Pasión de Cristo» de Mel Gibson sobran descripciones sobre la dureza de las imágenes. El realismo de la cinta se acrecienta por los diálogos, todos en la lengua que hablaron los personajes históricos, ya fuera latín o arameo. A tal efecto, James Caviezel tuvo que aprender arameo para interpretar los últimos instantes de Jesús desde el episodio del Huerto de los Olivos.

A Daniel Day-Lewis también le precede la fama de actor concienzudo, de los que preparan sus personajes al milímetro. Para «Mi pie izquierdo», el actor estuvo ocho semanas en un hospital para enfermos con parálisis cerebral. Pasó jornadas de sol a sol sobre una silla de ruedas, donde le aseaban y le daban de comer. Perseverar en esa postura le llevó a romperse dos costillas. Pero, al final, todo esfuerzo tiene su recompensa: Oscar al mejor actor en 1989 por este papel.

Para alcanzar y adecuarse a sus papeles, los actores son capaces de perder peso o engordar según lo dispinga el guión. Para interpretar las desventuras del músico polaco W?adys?aw Szpilman en «El pianista», de Roman Polanski, los 13 kilos perdidos por Adrien Brody para su caracterización son una broma en comparación con otras disciplinas que se autoimpuso.
Durante la preparación, dejó de utilizar coche y de bebr el café que acostumbraba; aprendió de memoria la pieza de Chopin que interpreta en la cinta; su aislamiento, sin móvil ni ningún tipo de comunicación, le llevó a romper con su novia...pero, de nuevo, un esfuerzo con recompensa: el Oscar a mejor actor en 2002 y el beso de Halle Berry al recogerlo.






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