Sucedió en 1986, una mujer, cuya identidad se preserva, se somete a una intervención en la que se le implanta un dispositivo en el tálamo cerebral que libera corrientes eléctricas. Con ello pretenden curar sus dolores crónicos, los cuales vienen aquejándola durante más de una década a causa de una lesión.
Como siempre en los trabajos científicos, poco o nada trasciende de la identidad del sujeto, pero sí sabemos que antes del implante, los médicos intentaron combatir sus dolores sin éxito con todo tipo de fármacos, incluídos los opíaceos (a pesar de que el historial de la paciente mostraba episodios de alcoholismo y adicción a las drogas). Obviamente aquello fue una mala idea, porque nuestra protagonista se suministraba dosis que superaban ampliamente lo recomendado. De ahí que finalmente, ante semejante historial de adicciones, se decidiesen a probar con ella el estimulador talámico.
¿Quién les iba a decir a los doctores que aquello terminaría por crear una nueva adicción? En efecto, la paciente descubrió pronto un efecto secundario del implante, de lo más inesperado: provocaba sensaciones eróticas. La respuesta placentera se intensificaba cuando se producía una estimulación continua al 75% de amplitud, seguida frecuentemente de cortas explosiones al 100% de amplitud.
Un artículo sobre el tema se publicó en la revista “Pain” (Dolor) con el siguiente título: Auto-estimulación talámica compulsiva: un caso con correlaciones metabólicas, electrofisiológicas y conductuales, del que ofrecemos a continuacion un breve resumen:
“Aunque la excitación sexual era notable, la paciente no alcanzaba orgasmos con estos breves aumentos en la intensidad de la estimulación. A pesar de varios episodios de taquicardia auricular paroxística [perturbación cardíaca] y del desarrollo de síntomas adversos tanto de comportamiento como neurológicos durante la estimulación máxima, la paciente desarrolló un uso compulsivo del estimulador.
En su forma más frecuente, la paciente se auto-estimulaba durante todo el día, descuidando su higiene personal y los compromisos familiares. Desarrolló una ulceración crónica en la punta del dedo que utilizaba para ajustar el dial de la amplitud y manipulaba con frecuencia el dispositivo en un esfuerzo por aumentar la amplitud de la estimulación. A veces, imploraba que limitasen su acceso al estimulador, pero en cada ocasión exigía su devolución después de una breve pausa. Durante los dos últimos años, el uso compulsivo del estimulador se asoció con frecuentes ataques de ansiedad, despersonalización, períodos de polidipsia psicogénica e inactividad casi total.”
Algunas evidencias indican que los estimuladores del tálamo todavía generan sensaciones eróticas. Un reciente artículo publicado en el International Journal of Impotence Research reveló que un paciente que había recibido un estimulador talámico para controlar su síndrome de Tourette tenía erecciones cuando era auto-estimulado con el implante. Incluso un estudio de los implantes del tálamo en peces los conducía a un "cambio de color de su sexo", el que forma parte de su proceso de apareamiento, cuando eran estimulados.