Algunas personas no son capaces de sentir el dolor, porque así nacieron. Y podría sonar a una bendición pero no lo es. De hecho, estos individuos tienden a morir mucho más jóvenes, a diferencia de quienes no tienen el sentido de la vista o el oído, que suelen tener vidas más largas. “El dolor es muy importante para la supervivencia” explica la investigadora científica especializada en dolor de la Universidad de McGill en Montreal, Luda Diatchenko.
Lo cierto es que el dolor nos protege. Cuando tocamos una estufa caliente, sentimos dolor, el que impide que suframos una quemadura que podría ser más seria o incluso mortal. El dolor intenso de un pie fracturado nos indica que debemos dejar de usarlo y mantenerlo en reposo hasta que sane. Es un hecho: sin la sensación de dolor, estaríamos en graves aprietos.
Existen diferentes tipos de dolor. Está el dolor agudo, que se hace presente de inmediato (como un esguince, una quemadura o una caída) y está el dolor crónico. Este dolor, cuyas causas y orígenes (en su gran mayoría) siguen siendo un misterio para la medicina puede durar meses o años. De hecho, explica el Dr. Steve Prescott de la Universidad de Toronto en Canadá y el Hospital para el Niño Enfermo que a veces el sistema nervioso central recibe la señal equivocada y genera dolor en donde no debería haber. Esto es algo que ha llamado la atención de los científicos desde hace varias décadas, y los ha llevado a identificar los diferentes tipos de dolor y el mejor tratamiento para cada uno. La biología del dolor es muy compleja, sin duda alguna.
Los sentidos nos dan información acerca del mundo que nos rodea y de nuestro propio mundo interior. Cuando nos lastimamos, el sistema nervioso se encarga de entregar ese mensaje de dolor. Si nos cortamos un dedo con un cuchillo, las células nerviosas envían un mensaje de que algo no anda bien. Una serie de células nerviosas replican este mensaje hasta que llega a la médula espinal y de ahí sube al cerebro. El cerebro entonces traduce este mensaje y registra la sensación de dolor.
Esa es la explicación simple y llana pero detrás hay una infinidad de preguntas por responder. ¿Cómo viajan estos mensajes, cómo el cerebro se activa y en qué momento llega la señal? Los investigadores se han dedicado a codificar cada pequeña pieza de esos mensajes para lograr comprender el todo. Por lo pronto se sabe que dependiendo de los diferentes tipos de dolor existen también distintos receptores. Estos receptores contienen proteínas especiales dentro de sí y su trabajo es recoger las señales que llegan a las células.
La búsqueda de estos receptores se ha vuelto una prioridad para los científicos, de acuerdo a Prescott, quien también afirma que la ciencia no ha podido responder la principal pregunta: ¿Cómo se convierten esos mensajes en una sensación de dolor?
Otra de las grandes preguntas es: ¿por qué el dolor se vuelve crónico en algunas personas y en otras simplemente desaparece, si ambas reciben las mismas medicinas y poseen características físicas similares? La respuesta podría estar en los genes, especialmente en uno llamado COMT. Diatchenko ha notado que estos genes se presentan de forma distinta en los individuos. Mientras algunos tienen una presencia muy activa de estos genes, otros no y son precisamente quienes sienten el dolor más intensamente. Lo interesante es que el gen no está directamente relacionado con el dolor, sin embargo las diferencias entre los genes COMT también se han vinculado con diferencias en cuanto a emociones, planeación, memoria e incluso personalidad.
Para muchos investigadores como Diatchenko, entender la sensibilidad al dolor de una persona es muy importante. Aquellos individuos que se muestran más sensibles al dolor agudo son más propensos a desarrollar una condición de dolor crónico. Entender cómo procesa el dolor cada persona podría ayudar a los investigadores a encontrar nuevas formas de tratar el dolor a largo plazo.
Aún queda mucho por aprender en el campo del dolor. Es un hecho que la ciencia está apenas al inicio del camino en este tema, sin embargo en los últimos 15 años se han realizado descubrimientos sumamente importantes referentes al dolor, lo cual nos hace pensar que en los siguientes lustros, quizá lleguemos a comprender de mejor forma cómo opera esta importante sensación.
