Como dijo Ernesto Sevilla en un divertido monólogo de ‘El club de la comedia’, todas las personas quieren tener superpoderes. Cada uno, en su fuero interno, podrá rememorar una situción en la que le hubieran venido de rechupete. Pero, claro, ¿cómo conseguirlos? He ahí el dilema.

‘Lucy’, la última película de Luc Besson, consigue darle otra vuelta de tuerca al asunto. De hecho, no es la primera cinta que lo hace. En el cine de Hollywood, las formas de adquirir esas habilidades especiales han sido de lo más variopintas. Vamos a echar un vistazo.

De mula de la droga a superheroína por un mal viaje

Aviso a los pobres desesperados que hacen de mula para transportar droga y ganar un dinero: si la bolsa se te rompe, lo más probable es que acabes en la morgue, no convertido en una especie de diosa todopoderosa como Scarlett Johansson en ‘Lucy’. Pero así es en esta película. Su personaje porta en el interior de su cuerpo una droga nueva que, por accidente, se extiende por su organismo y le otorga superpoderes al aumentar su actividad cerebral hasta alcanzar el 100%.

El guión parte de que sólo usamos el 10% de nuestro cerebro, una premisa más falsa que un billete de 4 euros. Sorprende que una persona pueda adquirir superpoderes usando más y mejor el cerebro, lo que va en contra del estereotipo ‘hollywoodiense’ y de la vida real del empollón maltratado en el colegio, el instituto, la universidad, el trabajo… A Lucy no le pone nadie la mano encima por más que muchos quisieran. Desarma pistolas en un santiamén, puede dejar K.O. a un pelotón con un gesto y es capaz de cambiar la realidad a su antojo – por citar solo algunas habilidades producto del subidón.

Cambio de residencia para ser el rey del mambo

Para el kryptoniano Kal-El, todo fue menos doloroso en ‘El hombre de acero’, a pesar de sufrir un accidente con una nave espacial porque el piloto automático no sabía cómo aterrizar por sí solo ni en la Tierra ni al otro lado del universo. En su caso, le bastó con un cambio forzoso de hogar. En Krypton, el futuro Clark Kent hubiera sido uno más porque sus habilidades no se diferenciaban de las de sus compatriotas, pero en La Tierra se convirtió en un Hércules, con rizo o sin él: Supermán, el nombre lo dice todo. Fuerza y velocidad sobrehumanas, capacidad de volar, de lanzar un rayo láser con los ojos… Encima, sólo tenía tres puntos débiles: su bondad, su amor por Lois Lane y la kryptonita, una roca verde de su planeta natal.

La genética lo puede todo

Darwin tenía razón. La evolución lo es todo en las películas de los X-Men, donde los mutantes son el siguiente estadio de la humanidad, con unas habilidades muy especiales desde su nacimiento y sin esfuerzo alguno gracias a la mutación genética. Así, los hay que controlan las mentes (Charles Xavier), que cambian de apariencia al momento (Mística), que controlan el metal (Magneto) o los elementos (Tormenta)… Pero la mayoría tiene poderes menos vistosos como, por ejemplo, una voz chillona insoportable o unos ojos con la capacidad de cambiar los canales de la televisión con un pestañeo como se ve en ‘X-Men 2’. La lotería de los genes. En cambio, en ‘Star Trek: en la oscuridad’, Khan es un superguerrero modificado genéticamente para ser mejor en todo, como él mismo dice (la modestia no iba incluida en el ‘pack’).

Beber sangre de vampiro, una puerta al infierno y a los superpoderes

Con la figura del vampiro se ha hecho de todo en el cine yanqui… ¡Hasta meterlos en un instituto y hacerlos brillar como un gusyluz a la luz del sol! Lo tradicional, sin embargo, es lo siguiente: si mueres tras haber bebido la sangre de un vampiro, te conviertes en uno. Como no-muerto de puntiagudos colmillos, adoptas fuerza sobrehumana, la capacidad de transformarte en murciélago o lobo, de convertirte en niebla, tus sentidos se agudizan… Poderes que no son de este mundo a cambio de un bocado en el cuello y una ingesta de sangre. Lástima que, como contraprestación, se vuelva uno alérgico al ajo, a los crucifijos, al agua bendita y, sobre todo, a la luz del sol. Las estacas de madera en el corazón y el corte de cabeza son las formas más comunes de eliminar a un chupasangre. Es preferible combinarlas para asegurarse, como explican en ‘Drácula de Bram Stoker’.

La picadura de una araña que pasaba por ahí

Peter Parker tiene una potra increíble. Posiblemente, le pica la única araña del cine que al recibir una dosis de radiación (o entrar en contacto con sustancias tóxicas o ser alterada genéticamente) no se vuelve de un tamaño descomunal y con un apetito parejo a su envergadura. A él, la picadura le transfiere las habilidades de la araña. Puede trepar por los muros sin dificultad, tiene una gran fuerza, un sexto sentido arácnido que le avisa del peligro y, según la versión cinematográfica que consultes, adquiere la capacidad de producir tela de araña (da repelús en ‘Spider-man’ de Sam Raimi) o logra fabricarla gracias a sus conocimientos de química. Después la almacena en unos cartuchos con los que recarga sus lanza redes.

Baratijas dotadas de un increíble poder

En la película ‘Linterna verde’, el protagonista recibe un anillo de un extraterrestre moribundo que le confiere unos increíbles poderes y le permite formar parte de un cuerpo espacial cuyos miembros reciben el nombre del título del film. Con la ayuda de los rayos verdes que genera el anillo, pueden crear objetos de cualquier forma y tamaño con los que ayudarse para conseguir que el bien venza al mal.

En la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ y la de ‘El Hobbit’, el Señor Oscuro Sauron crea el Anillo Único en el que deposita gran parte de su poder. Una sortija que corrompe a quienes la poseen y que, además de alargar la vida, da a los tres hobbits que sucesivamente poseen la joya – Gollum, Bilbo y Frodo – la capacidad de hacerse invisibles.

En ‘El aprendiz de brujo’, un joven se convierte en el heredero de Merlín tras ponerse sin querer un anillo que lo acepta como dueño.

La ciencia como medio para crear supersoldados

Al escuchimizado Steve Rogers, la administración del suero del supersoldado, unida a una exposición a los rayos Vita, lo convierten en el ‘Capitán América: el primer vengador’, un superhéroe dotado de una gran fuerza y también de mucha agilidad y resistencia. Más espectacular y colorido es el resultado con Bruce Banner, a quien la aplicación de rayos Gamma convierte en ‘Hulk’, un gigante de color verde dotado de una fuerza y una agilidad extraordinarias, además de la capacidad de resistir los impactos de las balas e incluso misiles. Para lograr esto último, el Capitán América necesita la ayuda de su escudo de Vibranium, aunque él por lo menos no se deja una fortuna en ropa por culpa de la transformación.

El mordisco de un infectado, que no un zombi

En las películas de zombis es muy importante diferenciar entre éstos y los infectados. Parecen lo mismo, pero no lo son. La mordedura del típico zombi o muerto viviente te convierte en otra criatura que se va pudriendo poco a poco y cuyo cerebro actúa a una velocidad lenta, en sintonía con el cuerpo, por fortuna para sus potenciales víctimas. Dan miedo por su número y capacidad para fastidiarte si no les metes un disparo en la cabeza.

Por el contrario, los infectados por un virus son humanos con unas condiciones físicas que están a mitad de camino entre el velocista jamaicano, el saltador de longitud estadounidense y el fondista etíope, todo aderezado con un instinto caníbal que convierte al jugador de futbol Luis Suárez en un principiante en el tema de los mordiscos. Un ejemplo perfecto es el film ‘Guerra Mundial Z’, en el que los infectados son capaces de hacer castillos humanos enormes y saltar sobre helicópteros para derribarlos.

La Fuerza o los midiclorianos: ¿tanto monta, monta tanto? 

La orden de los Jedi está formada por maestros, caballeros, aprendices (padawan) e iniciados (youngling). Para estos guerreros dedicados a hacer el bien por la galaxia, todo gira en torno a la Fuerza, un concepto místico que pone a los Jedi en comunión con el mundo y les permite realizar proezas como levantar o desplazar objetos de cualquier tamaño con la mente o controlar las mentes de los seres inferiores. En la segunda trilogía (la primera cronológicamente hablando), George Lucas sacó en el ‘Episodio I: La amenaza fantasma’ el concepto de los midiclorianos (¡horror!), unas criaturas microscópicas cuyo número en el interior del organismo indica lo poderoso en la Fuerza que se puede llegar a ser. Para convertirse en un gran Jedi hay que estudiar bastante y meditar mucho más, por lo que no todo es tan bonito como lo pintan los combates con sable láser.

La receta exclusiva de un druida

Las películas de Astérix y Obélix posiblemente no han mantenido la gracia de los cómics (la mejor es ‘Astérix y Obélix: misión Cleopatra’), pero sí han sido fieles al espíritu de los mismos. La poción mágica de Panorámix es la que proporciona una fuerza prodigiosa a los galos, para desesperación de los pobres legionarios romanos, que no paran de recibir estopa. También confiere una gran velocidad. Se desconocen los ingredientes, pero se sabe que su ingesta en gran cantidad a una tierna edad provoca que los efectos sean permanentes. Como es lógico, se encuentra en la lista de sustancias dopantes de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad.




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