En el área de pacientes confirmados con ébola del centro de Médicos Sin Fronteras de Foya, en Liberia, aproximadamente dos tercios no sobreviven al virus mortal. Los enfermos que reciben tratamiento apenas pueden reunirse en bancos y sillas. Pero Mamadee Sayon, un niño de 11 años, es un caso diferente. A pesar de que su cuerpo luchaba fuertemente contra un virus mortal, el niño no perdió ni un ápice de su humor y hasta logró arrancar sonrisas a los infectados con sus bailes.
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