El villano por excelencia. El gran antagonista. Darth Vader lo tiene todo: su aura cruel, sus métodos de exterminio, su presencia inquietante. Es un arquetipo, un símbolo de la maldad del tiránico Imperio. En cuanto irrumpe en escena se corta la respiración de adversarios y allegados: nadie está a salvo. Representa, además, la conversión de lo bueno en lo malo, el paso de la luz a la oscuridad. Es un ángel caído que, para más inri, intenta captar a Luke Skywalker, la única esperanza de los rebeldes. Y por si todo esto no fuera suficiente... resulta que el implacable cazador de Jedis es el padre del último discípulo de Yoda. Un personaje magistral e imperecedero.
Joker
Antes de morir de forma prematura y absurda, por culpa de las drogas, Heath Ledger dejó para la posteridad un papel memorable, el de Joker en «El caballero oscuro». Tan soberbia resultó su interpretación que Christian Bale se vio absolutamente eclipsado no solo en las escenas que compartían, sino a lo largo y ancho de la película. La del Joker es una amenaza constante, un veneno que se infiltra en Gotham y emponzoña su sistema nervioso. Ledger deslumbra con su creación de un ser inquietante y mucho más complejo que el que encarnó años antes Jack Nicholson. Alguien capaz de poner a Batman contra las cuerdas es digno de ser temido.
Hannibal Lecter
El mejor asesino en serie que ha dado el cine. El mal refinado hasta el extremo. Hannibal Lecter destila muerte por todos sus poros y nos hiela la sangre, incluso, cuando aparece amordazado y atado, sometido como una presa peligrosa. Sabemos, en el fondo, que en cualquier momento conseguirá escapar de los ingenuos servidores de la ley que intentan mantener a la fiera enjaulada. Sus diálogos con Clarice nos sumergen en un escalofriante juego que deja patente que, por encima de sus ansias caníbales, el arma más mortífera de Lecter es su inteligencia. Magistral Anthony Hopkins.
Norman Bates
Anthony Perkins tuvo una existencia torturada, aunque sería excesivo afirmar que tanto como la personalidad de su rol más famoso, el de Norman Bates en «Psicosis». Uno de los asesinos más emblemáticos de la historia del séptimo arte, algo en lo que tiene altas dosis de culpa el maestro Alfred Hitchcock. El culpable de que, desde el estreno del filme, cualquier persona con dos dedos de frente se lo piense detenidamente antes de internarse en un desolado motel a la orilla de una carretera secundaria. El aparentemente acomplejado Norman, aficionado a la taxonomía, a la sombra de su dominadora madre, nos tiene preparada una escalofriante sorpresa.
John Doe
El de John Doe es un caso peculiar. Durante buena parte del metraje de «Seven» no se revela su identidad. Pasan muchos minutos hasta que hace acto de presencia Kevin Spacey. En realidad, su rostro es lo de menos. Lo verdaderamente perturbador es su colección de asesinatos temáticos, con los que va castigando los pecados capitales, de la gula a la envidia, pasando por la pereza. Su vivienda, escrutada por los policías, es un auténtico templo del mal y la locura.
Roy Batty
Roy Batty no es un asesino, aunque una afirmación de este calibre siempre resulta discutible. Sí, asesina, y no pestañea al hacerlo, pero es un ser en busca de identidad, sabedor de que su vida, creada para imitar la humana, tiene una caducidad inminente. Ya solo su monólogo final, bajo la lluvia, portentosamente pronunciado (línea improvisada incluida) por Rutger Hauer, le hace acreedor para figurar en esta lista. Pero es que, además, es el perfecto antagonista del (anti)héroe, el Blade Runner Deckard. Y a un villano no se le puede pedir nada más.
Amon Goeth
El nazi sociópata. La locura del Tercer Reich hecha carne, representada en un loco cruel que lleva el sadismo a su última frontera. Un tipo de la peor calaña que es capaz de disparar de forma indiscriminada contra los esclavos de su campo de concentración, o torturar a la pobre chica que le sirve con asco y miedo. Ralph Fiennes nunca ha brillado tanto como en su recreación del homicida con galones Amon Goeth para «La lista de Schindler».
Max Cady
Habrá quien prefiera al Robert Mitchum de la primera versión, pero Robert De Niro da mucho más juego como Max Cady en la revisión de «El cabo del miedo» a cargo de Martin Scorsese. Un presidiario, furioso con su abogado, que desde el momento en que pone el pie fuera de la cárcel se dedica a hacerle la vida imposible, a él y su familia, de todas las formas imaginables. Un juego del gato y el ratón con un final a la altura de este tipo sin escrúpulos, socarrón y violento, dispuesto a todo con tal de cobrarse cumplida venganza.
Harry Powell
Amor. Odio. En ese inquietante cuento sobre el bien y el mal, en blanco y negro, que es «La noche del cazador», obra maestra y única película que llegó a dirigir Charles Laughton, formidable actor, sobresale por encima del resto el personaje de Robert Mitchum. Un ser extraño, supuesto religioso a la caza del tesoro, con sus manos tatuadas de sentimientos contrapuestos.
Hans Beckert
Solo un maestro como Fritz Lang podía firmar, allá por 1931, un filme sobre un asesino en serie que todavía hoy, casi un siglo después, pone los pelos de punto. «M, el vampiro de Dusseldorf», resulta aún más aterrador cuando se indaga en la historia real que reconstruye, la de un asesino de niñas incapaz de controlar sus impulsos homicidas. Difícil, como espectador, saber con qué quedarse: si Peer Gynt silbado como terrible presagio de muerte inminente, o el clímax donde la bestia acorralada deja al descubierto un ser débil al que resulta imposible no ceder a sus instintos. Peter Lorre roza la perfección en el rol del asesino.