Cathryn Waldvogel había estado de servicio en Afganistán por nueve meses. Cuando finalmente llegó a casa le dijo su sargento que debía permanecer en formación y no saludar a los miembros de la familia, ya que tomaría mucho tiempo. Al hijo de Waldvogel, Cooper, no le importó mucho esta regla y corrió a los brazos de su mamá. Tan precioso fue el momento que nadie llegó a decir nada sobre el “desorden”.
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