Veamos algunas coincidencias muy llamativas:
- Los dígitos de la velocidad de la luz (299.792,458 metros por segundo) coinciden exactamente en orden con la latitud a la que está situada la cumbre de la gran Pirámide de Guiza (29.9792458 grados norte).
- Una parte de la frase que pronunció Neil Armstrong al pisar la luna (That's a small step for a man, a one giant leap for mankind o Un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad) suena parecido a man will spacewalk (los hombres caminarán por el espacio) si la reproducimos al revés.
- Abraham Lincoln y John F. Kennedy fueron elegidos en 1860 y 1960, y sus apellidos tienen siete letras. Ambos fueron asesinados un viernes en presencia de sus esposas, y ambos fueron sucedidos por presidentes apellidados Johnson: Andrew y Lindon. Los dos nombres de estos dos sucesores tienen 13 letras, y nacieron en 1808 y 1908. Los nombres y apellidos de sus asesinos tienen 15 letras.
Por supuesto, no es necesario buscar la intervención de sinisestros poderes ocultos en estas sorprendentes coincidencias. En el caso de la frase de Armstrong, Michael Stevens explica que se trata de casos de apofenia, que es la capacidad del cerebro humano de establecer conexiones en sucesos aleatorios o datos sin sentido.
La pareidolia, por ejemplo, que explica tantas fotografías aparentemente inexplicables, es un tipo de apofenia. Nuestra facilidad para ver caras en manchas o nubes se debe a esta capacidad del cerebro, pero no es más que una coincidencia derivada de un rasgo evolutivo de nuestra especie. La pareidolia puede ser también auditiva, y explica por qué a veces nos parece oír frases en nuestro idioma en una canción cantada en inglés, o cuando juraríamos haber oído nuestro tono de móvil y este no ha sonado.
Las apofenias llegan tan lejos que, cuando iTunes presentó su modo aleatorio (Shuffle), hubo muchas quejas de usuarios que aseguraban que a veces las canciones encadenadas tenían sentidos ocultos. La cosa llegó a un punto que Apple decidió dotar a su sistema aleatorio de una tecnología para que descartase dar demasiado seguidas las canciones que se parecían. En palabras de Steve Jobs: "Hicimos iTunes menos aleatorio para hacerlo más aleatorio".
La apofenia no es la única trampa en la que caemos a la hora de establecer (y disfrutar) las coincidencias imposibles. Nuestro cerebro tiende a preferir las explicaciones o teorías más acordes con nuestro propio sistema de creencias. A esto se le denomina sesgo de confirmación y viene a decir que, si deseamos que algo coincida, acabará coincidiendo. Como decía el filósofo Marshall McLuhan en un ingenioso giro del refrán: "Si no lo creo, no lo veo".
En definitiva, que las coincidencias son solo un producto de las matemáticas, el paso del tiempo, y nuestra necesidad de encontrar un sentido a hechos que no tienen necesariamente porque tener ninguno más allá del azar.