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Carlomagno |
Tener un padre que haya triunfado en el mundo de los negocios, que sea un científico destacado o un artista de los pies a la cabeza conlleva, en ocasiones, una gran presión para los hijos. Serán ellos los que cargarán durante el resto de sus vidas con el peso de un apellido importante, que no siempre es sinónimo de éxito.
Que se lo digan a Paris Hilton, que brilla más por sus escándalos que por sus negocios; o a la hija del gobernador de Hong Kong, que no aspira a imitar la carrera política de su padre, sino a convertirse en la Paris Hilton asiática. Aunque para historias vergonzosas de descendientes, la de Carlomagno.
Carlos I el Grande, más conocido como Carlomagno, es uno de los personajes más destacados de la historia. Logró lo que pocos hubieran conseguido: ampliar las fronteras del Reino Franco y fundar el Imperio Carolingio, que ocupaba lo que hoy conocemos como Suiza, Austria, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, República Checa, Hungría, Eslovaquia y Croacia. Una sed de conquista que lo llevó a convertirse en emperador y a ser considerado el ‘padre’ de Europa.
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Carlos el calvo |
Carlomagno sabía lo que hacía. En cuestiones militares, se hacía con nuevos territorios gracias a violentas campañas; y en asuntos políticos, el emperador asentó el sistema feudal. Una política por la que cedía terrenos a los nobles a cambio de su obediencia, vigilados siempre por los ‘missi dominici’, un cuerpo de inspectores creado por el propio emperador.
Sin embargo, el Imperio Romano, Cristiano y Franco que su abuelo, su padre y él mismo construyeron, acabó desmoronándose tiempo después por culpa de sus descendientes, dos de los cuales llevaron su nombre.
El primero de ellos fue su nieto, Carlos II, más conocido como Carlos el Calvo. El último hijo de Ludovico Pío consiguió ser rey de los francos, primero; y dirigir el imperio más tarde, aunque al pobre le costó sudor, lágrimas y pelo por culpa de la ambición de uno de sus hermanos.
Cuando fallece Ludovico, éste divide el imperio en tres partes, para repartirlo entre sus hijos: el mayor, Lotario; el mediano, Luís el Germánico; y el pequeño, Carlos. Sin embargo, Lotario era bastante ambicioso y pretendía quedarse con las porciones de tierra del mediano y del pequeño. Tras luchar entre ellos, el papa Juan VIII nombra a Carlos emperador en el año 875. A pesar de ser perfecto para el cargo -el nieto de Carlomagno era culto, piadoso, buen militar y con experiencia política-, el alopécico regente se tuvo que enfrentar a las invasiones normandas, y no pudo frenar el desmoronamiento del imperio, algo que probablemente hubiera disgustado a su abuelo.
Sin embargo, si de alguien habría sentido vergüenza Carlomagno, hubiera sido del siguiente emperador: Carlos III, más conocido como Carlos el Gordo, sobrino de su antecesor. A su lado, su tío Carlos el Calvo no lo hizo tan mal.
Sin embargo, el Imperio Romano, Cristiano y Franco que su abuelo, su padre y él mismo construyeron, acabó desmoronándose tiempo después por culpa de sus descendientes, dos de los cuales llevaron su nombre.
El primero de ellos fue su nieto, Carlos II, más conocido como Carlos el Calvo. El último hijo de Ludovico Pío consiguió ser rey de los francos, primero; y dirigir el imperio más tarde, aunque al pobre le costó sudor, lágrimas y pelo por culpa de la ambición de uno de sus hermanos.
Cuando fallece Ludovico, éste divide el imperio en tres partes, para repartirlo entre sus hijos: el mayor, Lotario; el mediano, Luís el Germánico; y el pequeño, Carlos. Sin embargo, Lotario era bastante ambicioso y pretendía quedarse con las porciones de tierra del mediano y del pequeño. Tras luchar entre ellos, el papa Juan VIII nombra a Carlos emperador en el año 875. A pesar de ser perfecto para el cargo -el nieto de Carlomagno era culto, piadoso, buen militar y con experiencia política-, el alopécico regente se tuvo que enfrentar a las invasiones normandas, y no pudo frenar el desmoronamiento del imperio, algo que probablemente hubiera disgustado a su abuelo.
Sin embargo, si de alguien habría sentido vergüenza Carlomagno, hubiera sido del siguiente emperador: Carlos III, más conocido como Carlos el Gordo, sobrino de su antecesor. A su lado, su tío Carlos el Calvo no lo hizo tan mal.
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Carlos el gordo |
Paradójicamente, el puesto le venía grande a Carlos, que solo logró mantener unido el imperio gracias a que sus primos fueron pasando a mejor vida. A él no le dio un patatús de milagro, ya que se encontraba en un estado bastante frágil de salud.
Además de por su redonda figura, Carlos el Gordo pasó a la historia por recurrir al soborno para alejar a sus enemigos. En concreto, les ofreció a los vikingos toda una región alejada de tierras francesas para que la saquearan a placer.
Una acción que tampoco hubiera hecho mucha gracia a Carlomagno, su desventurado bisabuelo.
Además de por su redonda figura, Carlos el Gordo pasó a la historia por recurrir al soborno para alejar a sus enemigos. En concreto, les ofreció a los vikingos toda una región alejada de tierras francesas para que la saquearan a placer.
Una acción que tampoco hubiera hecho mucha gracia a Carlomagno, su desventurado bisabuelo.