La respuesta es fácil cuando se observa desde el punto de vista social y clínico, pero no es tan clara cuando se aplica a la vida real. Los sapos tienen una habilidad mágica para disfrazarse de príncipes y antes de que sea tarde, queremos que tengas este manual para identificarlos.
1. Caballero vs. Patán. El príncipe es un caballero desde el primer día. Y no, no nos referimos a la acción de abrirte la puerta del auto. Los sapos saben que esa acción enloquece y nubla a las mujeres. Nos referimos al caballero de corazón. No solo te abre la puerta del auto. Habla bien de sus anteriores relaciones, es honesto, humilde, adora a sus amigos y le interesa escuchar sobre ti. El patán te abre la puerta del carro, despotrica contra sus relaciones pasadas, pasa más tiempo hablando de él mismo que intentando conocerte. No aceptes la segunda cita.
2. Discreto vs. Vulgar. El príncipe es agradable, puedes conversar con él sobre cualquier tema, es espontáneo, accesible y solidario. El sapo es criticón, vulgar, y te pone en evidencia para llamar tu atención. Hace chistes de mal gusto y se burla de los demás.
3. Elegante vs. Extravagante. El príncipe derrocha clase a la hora de vestir, de elegir el auto que maneja y de manejarse. Al sapo le gustan los colores vivos, los logos de marcas impresos y visibles en su ropa para que todo el mundo sepa que su ropa es de marca (aunque sea falsa). Sus autos suelen llamar más la atención que ser buenos vehículos y personalmente los sapos se manejan de una manera exagerada, ruidosa y olvidable.
4. Seguro vs. inseguro. El príncipe tiene una autoestima de acero cuando de relaciones se trata. Sabe a la mujer que busca y cuando la encuentra lucha por ella y lo más importante, valora lo que tiene y lo cuida como el tesoro que considera que ganó. El sapo quiere un tipo diferente de mujer cada cinco minutos, se empeña en algo imposible, lo consigue y cuando logra lo que quiere la inseguridad se apodera de él y comienza a sentir que no lo tiene todo. Y se lanza a la caza de algo nuevo. Y su relación se rompe, y comienza otra, y le vuelve a pasar lo mismo. Y se pregunta a menudo por qué no encuentra estabilidad amorosa.