Este año saldrán nuevas películas que reviven viejas nostalgias: tendremos nuevo Star Wars, algo nuevo de Jurassic Park y un remake del gran clásico de culto Mad Max. Con todo, parece un año que se dedicará a recordar el pasado y aquí no queremos quedarnos atrás con la remembranza y presentamos una selección de lo más peculiar, bello y horrible, del cine geek que cumple dos décadas en este 2015.

Village of the Damned


Lo inquietante y maravilloso de Village of the Damned es que nunca sabemos qué está sucediendo: ¿acaso los niños son alienígenas? ¿O pertenecen a algún experimento secreto del gobierno? ¿Son un paso más en la cadena evolutiva? ¿Ninguna de las anteriores? La película de la buena época de Carpenter deja más dudas que respuestas y en eso está su grandeza. En eso y también, claro, en las múltiples torturas y masacres que agencian los chamacos infernales con ojos brillosos. Un experimento de remake para un clásico de los sesenta que se aventura más en la violencia y la maldad; una buena película que mezcla, con singular tranquilidad, el terror, la paranoia americana y una ciencia ficción imprecisa. Para sellar lo noventero, recuerden que aquí Superman todavía caminaba.

Outbreak

El recuerdo de Outbreak pega justo en la nostalgia. No es una buena película, es cierto; pero se vuelve clásico con esas ya canónicas escenas del exterminio de una aldea, de la galleta en el avión, del contagio en el cine; con la presencia firme de tantos actores enormes de la época (Rene Russo, Morgan Freeman, Dustin Hoffman, Cuba Gooding Jr., Donald Sutherland) y, sobre todo, con el sacrificio del tremendo tipo que se llevó el año con tres películas icónicas (Seven, The Usual Suspects, y ésta mera) Kevin Spacey. Con todo, había algo de razón en otra de las paranoias típicas de la época (El SIDA no estaba lejos: en ese momento se estrenó también Kids) y veinte años después regresó el miedo a enfermedades originadas en África con una rápida progresión en otros continentes. Larga vida al mono araña y a otro gran recuerdo, de tonos rojos y recuadros con retratos, para los anaqueles del videocentro.

Johnny Mnemonic

Aquí sí no hay mucho que hacerle: a pesar de su ambición y de que el mismísmo William Gibson adaptó el guión, Johnny Mnemonic es una de las peores superproducciones de ciencia ficción que Hollywood haya hecho. La película es una mala idea convertida en pésima realización; tiene todo lo exagerado de unos clichés terribles, tratados a través de animación acartonada, delfines que nadan en redes neuronales, anarquistas guiados por Ice-T y Yakuzas con látigos láser. De cualquier manera, esta extraña película sigue siendo un compendio gracioso de actuaciones acartonadas: en un momento incluso se juntan Henry Rollins, Dolph Lundgren y Keanu Reeves para una escena de batalla épica entre personajes de culto por la peor actuación. Si alguien quiere volver a ver esta locura, le recomendaría mejor quedarse con los papeles posteriores de Reeves en ciencia ficción y apegarse al final de Johnny en el increíble Neuromancer de Gibson. Igual, el intento empata con la nostalgia.

Tank Girl

Ésta es de esas películas clásicas, con madera de culto, que puedes amar o simplemente odiar. La bizarra producción basada con grandes libertades en el cómic británico del dibujante que después daría vida a Gorillaz, es un completo relajo curioso. En verdad todo gira como burla, reconocimiento a la cultura pop británica (y por ahí está en varios lados la diana rojo, azul y blanco del Oi!) y un espíritu punk diluido (que lleva a canciones de Cole Porter para animar un burdel). La tremendamente sensual Lory Petty (Orange is the New Black) se junta con una muy joven Naomi Watts y un soundtrack de huella noventerísima en el que abunda Björk mezclado por Courtney Love. En el mismo año en que salió el Tragic Kindom de No Doubt ésta es la representación más precisa de la fantasía adolescente en la que sigue viviendo Gwen Stefani. Un documento imperdible a pesar de su fracaso en taquilla, con locuras de animación y una parodia más al apocalipsis australiano.

Jumanji

¿Quién no recuerda esta película con cariño? Y digo, no es que sea una buena realización de ciencia ficción infantil –se le pueden ver todos los peros del mundo-, pero sigue siendo un hito para esos mediados de los noventa. La fantasía de Alan Parrish queda abierta a la interpretación por la figura del padre que regresa a perseguirlo vestido como cazador incansable –es el mismo actor el que interpreta al viejo Parrish y a Van Pelt- y con el regreso de Robin Williams a la figura eterna de Peter Pan, el niño adulto que tiene que reconciliarse con su pasado para salvar a otros nuevos escuincles atormentados. Los animatronics mezclados con el CGI de los estudios de George Lucas, ILM, fueron parte esencial del furor que causó en el momento y, con toda la comedia y la angustia, sigue vivo el recuerdo de las estampidas, los simios molestos y el león en una cama matrimonial. Entre la estrafalaria idea del libro de Chris Van Allsburg y esta realización de Joe Johnston (Honey I Shrunk the Kids, Captain America: The First Avenger) queda una mezcla familiar de puro terror por lo desconocido y la comedia ligera de aventuras. Otro clásico de la época que ahora queda como documento.


Apollo 13

A pesar de todo el orgullo americano y los desenlaces épicos que tanto le gustan a Ron Howard, esta película fue un tremendo logro cinematográfico. Y digo esto no nada más porque se convirtió en una de las cintas más taquilleras de todo el 95, sino porque logró, antes que ninguna otra, un elevadísimo nivel de realismo para una película que se desarrolla en el espacio. Todo lo que ya nos voló el seso, muchos años después, con Nolan y Cuarón, se gestó en esta producción. Howard filmó múltiples escenas en los vuelos de la NASA que simulan la gravedad cero; entrenó a sus reconocidos actores (Tom Hanks, Bill Paxton, Gary Sinise, Kevin Bacon y Ed Harris) en campos de aviación para astronautas; logró, finalmente, traducir toda la angustia y la claustrofobia de una misión convertida en la leyenda misma del fracaso exitoso. El tono emocional es entregado con maestría y todo se transforma también en una crítica a la atención mórbida que le dan los medios masivos a las tragedias: si algo nos enseñó esta película es que la carrera del espacio acabó con Armstrong, pero el financiamiento científico seguirá siendo, hasta nuestros días, una eterna lucha.

Judge Dredd

Otra locura típica de los noventa que queda en la memoria como fascinación nostálgica y dolorosa decepción. Se esperaba mucho de esta película; de la adaptación del genial cómic británico, de las actuaciones de Stallone, el legendario Max Von Sidow y Diane Lane en su tope de belleza. Pero la cinta quiso tener demasiado, abarcar problemas políticos con líneas éticas, acción desparpajada y violenta con tonalidades románticas de comedia, problemas de clonación y legitimidad de los sistemas jurídicos con Rob Schneider. Todo resultó para lo peor. Cosa que le añade el haber traído a Versace para diseñar la vestimenta de Dredd y volverlo una mezcla extraña de hombría escultural con botas góticas y una tanga dorada. Con todo, ésta sigue siendo una divertida película de acción que falló del lado de la trama y en la construcción aceptable de ciencia ficción dura por sus ambiciones que terminaron en ridículo. Stallone mismo lo dijo: “we shouldn’t have tried to make it Hamlet; it’s more Hamlet and Eggs…”

The Net

Esta película tiene todos los elementos de la paranoia noventera frente a la importancia gradual que estaban adquiriendo las computadoras personales. Ahí está todo el asunto condensado, ahí se representan todos esos fantasmas: las pruebas beta de juegos enajenantes (por ahí se ve algo muy parecido a Doom), el mito del geek solitario encerrado entre cajas de pizza y chats privados, el miedo a los virus computacionales como armas de destrucción masiva, la completa reticencia hacia el internet como medio de poder y control, etc. Eso y los elementos imperdibles de las películas de acción del momento: suspenso y tensión sexual entre una heroína muy heroica y un villano despiadado, showdowns espectaculares, persecuciones, intrigas internacionales, balazos y fríos asesinatos. Siempre pueden regresar a esta película como referencia de tramas de acción que antes podían adaptarse mejor a los misterios de la red. Ahora, por fortuna o por desgracia, es menos fácil sorprendernos.

Strange Days

Ésta fue una de las grandes revelaciones de la ciencia ficción noventera. La quinta película de Kathryn Bigelow (que luego ganaría el primer Oscar otorgado a una mujer por dirección con The Hurt Locker), escrita por su entonces esposo James Cameron, es un thriller de crimen con una premisa fresca y tremendamente cruda. Las actuaciones de Ralph Fiennes con acento americano y Tom Sizemore (en el mismo año en que haría Heat) son totalmente precisas y encantadoras; Juliette Lewis está en su tope de sensualidad cantando por ahí composiciones de PJ Harvey; todo el miedo al milenio se justifica por el terror a las nuevas tecnologías de la información y a la brutalidad racial en Estados Unidos. La atmósfera cruda, la edición rápida y la premisa de las conexiones neuronales a vivencias ajenas acaban por redondear una película que rápidamente se convirtió en referencia de culto. Finalmente, fuera de toda la genialidad de la cinta, sus predicciones no pegaron muy lejos de lo que ahora viven los vecinos del norte: ¿no son los enfrentamientos raciales entre policías y civiles y los problemas de información filtrada lo que más atormenta ahora la política gabacha? Ese es precisamente otro gran logro de la ciencia ficción: con los pesares presentes se piensan los terrores futuros.

Ghost in a Shell

¿Qué se puede decir de este enorme clásico de culto? Las implicaciones filosóficas de la película, las preguntas que plantea en torno a género, sexualidad y el despertar de la conciencia en las máquinas, se ven sólo superadas por una animación cuidada e increíblemente bien dirigida. Hay pocos lugares en donde van a encontrar, como en esta adaptación del famoso manga, un paseo más encantador por los callejones de una ciudad japonesa futurista. Aquí se mezclan con cuidado elementos precisos de cinematografía –entre flares, contrapicados, reflejos y travellings pacientes-, con una animación de la más alta calidad, una paleta de colores elegida con dedicación y una historia fascinante. No queda mucho que decir sobre esta gran película ue marcó un hito en el animé y que seguirá siendo, desde el rincón de la memoria noventera, una de las grandes obras de ciencia ficción trasladada del cómic a la pantalla. Ésta es una de las cintas a las que hay que regresar constantemente para acordarnos de que Matrix (tal vez la más grande película de ciencia ficción noventera hecha en Hollywood) no salió de la nada.




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