Huber ha estudiado este vínculo en una amplia variedad de animales, que van desde palomas hasta osos panda. Pero, últimamente, ha apuntado toda su atención hacia los perros. El respaldo de sus afirmaciones proviene de una serie de pruebas realizadas con 11 perros de diferentes razas mediante pantallas táctiles en las que se mostraban imágenes de rostros humanos con diferentes expresiones faciales. Los perros debían elegir aquella cara con la que sabían que serían recompensados.
Los resultados, publicados ayer en la revista científica Current Biology, fueron concluyentes: los canes sí son capaces de asociar un rostro sonriente a un sentimiento positivo y un rostro fastidiado a uno negativo.
El objetivo principal de esta investigación, según Huber, es mejorar el bienestar animal en entornos humanos.