Llegar a casa y escuchar el eco sordo que nos señala la mágica paz del espacio vacío, listo para acoger todos nuestros caprichos. Poder postergar las tareas domésticas sin que nadie te machaque a reproches. Bailar como un patoso frente al espejo sin miedo a las miradas. Poner la música muy alta siempre que te plazca. Comer comida china con las manos sin abandonar la cama. Pasar el día viendo series, leyendo los libros que te importan, o durmiendo a pierna suelta hasta que el cuerpo se queje de tanta horizontalidad. ¿No es todo eso sinónimo de dicha y placer? ¿No es la libertad llevada al plano más cotidiano e íntimo?

Esos pequeños placeres definen la idea de la 'soledad feliz' que la chilena Catalina Bu explora en su Diario de un Solo, un webcomic deliciosamente misántropo sobre el existir cotidiano de un muchacho sin nombre que vive solo porque quiere en la gran ciudad.

Los suyos son placeres sencillos, que bien podrían ser fracasos, porque nuestro anónimo protagonista, un antihéroe solitario, malhumorado, desordenado y apático, también sufre por momentos de un aburrimiento mortal. Es el precio que hay que pagar.

Solo a veces se queda dormido a deshoras. Se levanta pensando que tendrá muchas llamadas perdidas. Desbloquea su móvil y nada.

Él se ha refugiado del mundo. Y el mundo se ha olvidado de él.

1. Una montaña en tu cocina.

2. Vacaciones: hacer nada.

3. Técnicas de camuflaje urbano.

4. Perfeccionando el arte de la excusa para no quedar.

5. Hablar con la almohada.

6. La saudade de la casa propia.

7. Falsas expectativas.

8. Señales de mal agüero.

9. Ataraxia.

10. Dudas existenciales.

11. El poder de un 'me gusta'.

12. Microblogging emocional.

13. Binge-watching.

14. El cuento de cada mañana.

15. Trastorno por atracón.

16. El color de la soledad







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