Cuando una persona escribe la dirección de un sitio web muchas veces no se pregunta qué significado tiene “.com” o “.gub”. Pero en el siglo XXI esas letras tienen un enorme significado económico, religioso y cultural por el que empresas, gobiernos y organizaciones civiles luchan ante los organismos que regulan Internet en el mundo.
Las empresas de tecnología más poderosas se enfrentan entre ellas para acceder a dominios que, entienden, serán codiciados en el futuro. Por su parte, las ciudades buscan potenciarse como destinos turísticos y crean sus dominios para tener mayor representatividad en la red.
Pero estas ambiciones también desatan conflictos de intereses porque hay compañías y ciudades que llevan el mismo nombre, incluso entre un continente y otro. Eso no representa un problema en el mundo real, pero sí en el virtual. Y esa, es la nueva batalla de la red que acaba de comenzar y que, muy probablemente, continuará en los próximos años. El gobierno uruguayo y los informáticos locales aún no entraron en el campo de batalla.
Las empresas, comunidades y gobiernos se obsesionan cada vez más con tener una mayor presencia en Internet. Si hace 20 años se preocupaban en diseñar su sitio web y una década más tarde por marcar su presencia en redes sociales, hoy, se enfrentan por tener su propio dominio, esa palabra de pocas letras que sigue al último punto en una dirección de Internet (".uy").
Cuando un sitio se registra en Internet, su dueño debe elegir si ponerle ".com", ".org", ".edu" o el que sea. Cada una tiene un significado que refiere a la actividad a la que se dedica; por ejemplo, ".com" refiere a una actividad comercial y ".gub" a un gobierno.
Hasta hace algunos años solo había 22 de estos términos, pero la realidad de las telecomunicaciones era muy diferente a la actual. En 2013, cuando la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN) abrió un nuevo período para registrar dominios, con la salvedad de que cualquiera podía hacerlo, comenzó una nueva batalla en el mundo digital.
"En el último año y medio llegaron más de 2.000 solicitudes", informó el vicepresidente de ICANN, Rodrigo De La Parra. De ellos, han aceptado 500, el resto aún se encuentra a revisión.
Entre los nuevos dominios hay términos para todos los gustos: ".fashion", ".beer", ".pizza". A partir de ahora, quien desee hacer un sitio y ponerle: ".fashion" deberá pagarle al nuevo propietario. Los entendidos aseguran que los dominios con palabras ilustrativas permiten identificar mejor grupos de interés, marcas y ciudades. "Son una herramienta muy eficiente de marketing en Internet", afirmó De La Parra.
Río de Janeiro es pionera en este rubro en Sudamérica. Desde mayo de 2014, está abierto el dominio ".rio" para que cualquiera pueda registrar su página bajo ese sufijo. "Lo que deseamos es que las personas aprovechen la marca de la ciudad, que tiene un potencial enorme", comentó a EFE el alcalde de la urbe, Eduardo Paes.
Peleas.
Quien desee acceder a un dominio que nunca fue creado debe pagar 185.000 dólares para empezar el proceso. Luego, seguir una amplia lista de requisitos indicados en la "Guía del solicitante" (de 400 páginas).
Pero ¿qué pasa si alguien quiere un término que es una ofensa en otro país? La Guía también cuenta cómo objetar la introducción de un nuevo dominio. Cualquier empresa, persona o gobierno puede objetar alguna solicitud con la que no esté de acuerdo. Un área de ICANN arbitra esas objeciones y determina si lo otorga o no.
Este tema desató problemas. Por ejemplo, para ".gay" hay cuatro candidatos que lo solicitan y aún no hay definición sobre cuál se lo quedará. Pueden terminar en una subasta, como Google y 12 empresas de tecnología frente al dominio ".app". El buscador ganó la puja y terminó pagando 25 millones de dólares por tenerlo.
Los enfrentamientos también se han dado en otros terrenos. Una firma de ropa de Estados Unidos llamada Patagonia quiso acceder a este nombre pero generó reacción en Argentina. "La Patagonia física es nuestra pero ¿la Patagonia virtual estará para siempre en manos de una empresa?", alertó a los medios Lucas Vall, uno de los principales manifestantes contra la iniciativa.
Finalmente, los gobiernos argentino y chileno se presentaron ante ICANN y el dominio no le fue otorgado a la firma estadounidense. "Ese proceso llevó más de un año", contó De La Parra y dijo que en muchos casos se produce una lucha de intereses. Ocurrió con ".amazon". La empresa de comercio electrónico quiso adquirirlo pero Perú y Brasil se negaron por el parecido del término con el nombre de la región Amazonas.
También ha habido conflictos religiosos. El ".islam" quería ser aprovechado por la empresa de Internet Green IT, pero Emiratos Árabes Unidos y la India lo rechazaron porque, en su opinión, debería ser utilizado "sin ánimo de lucro".
La batalla recién empieza. Aún quedan litigios por definir y otros que van a nacer.
Quien desee acceder a un dominio que nunca fue creado debe pagar 185.000 dólares para empezar el proceso. Luego, seguir una amplia lista de requisitos indicados en la "Guía del solicitante" (de 400 páginas).
Pero ¿qué pasa si alguien quiere un término que es una ofensa en otro país? La Guía también cuenta cómo objetar la introducción de un nuevo dominio. Cualquier empresa, persona o gobierno puede objetar alguna solicitud con la que no esté de acuerdo. Un área de ICANN arbitra esas objeciones y determina si lo otorga o no.
Este tema desató problemas. Por ejemplo, para ".gay" hay cuatro candidatos que lo solicitan y aún no hay definición sobre cuál se lo quedará. Pueden terminar en una subasta, como Google y 12 empresas de tecnología frente al dominio ".app". El buscador ganó la puja y terminó pagando 25 millones de dólares por tenerlo.
Los enfrentamientos también se han dado en otros terrenos. Una firma de ropa de Estados Unidos llamada Patagonia quiso acceder a este nombre pero generó reacción en Argentina. "La Patagonia física es nuestra pero ¿la Patagonia virtual estará para siempre en manos de una empresa?", alertó a los medios Lucas Vall, uno de los principales manifestantes contra la iniciativa.
Finalmente, los gobiernos argentino y chileno se presentaron ante ICANN y el dominio no le fue otorgado a la firma estadounidense. "Ese proceso llevó más de un año", contó De La Parra y dijo que en muchos casos se produce una lucha de intereses. Ocurrió con ".amazon". La empresa de comercio electrónico quiso adquirirlo pero Perú y Brasil se negaron por el parecido del término con el nombre de la región Amazonas.
También ha habido conflictos religiosos. El ".islam" quería ser aprovechado por la empresa de Internet Green IT, pero Emiratos Árabes Unidos y la India lo rechazaron porque, en su opinión, debería ser utilizado "sin ánimo de lucro".
La batalla recién empieza. Aún quedan litigios por definir y otros que van a nacer.