Gabriel. Llama DeFectuoso a su Ciudad de México. En su barrio hay dos lugares que particularmente le provocan el mismo sentimiento. Se trata de dos pintadas en muros separados entre sí solo por tres calles paralelas. En ellos, mensajes que refuerzan la autoconfianza. Mierda new age, piensa Gabriel. Crispado. ¿Por qué coño tiene eso el éxito que tiene? ¿Por qué tiene que ver a tanta gente pasar por ahí, pararse y sacar una foto, hacerse selfies incluso, con esa mierda sentimentaloide? Mierda para fresas.
Érica. “Esto se extendió en la Argentina por aquí”. Los muros de San Miguel de Tucumán están plagados de mensajes del tipo de los que empezaron hace años en México llamándose Acción Poética. Todo bien para Érica, a la que no deja de llamar su atención cada vez que alguien se detiene a fotografiar uno de ellos, o especialmente cuando uno de sus contactos en Facebook lo postea. “Dicen lo que sienten a través de ellos”.
Jairo. “Tanto éxito con mensajes tan pobres… ¡eso lo puede escribir cualquiera!” Jairo escribe poesía. Su temática es el olvido. Los olvidados por el amor, los olvidados por el sistema, los olvidados en cárceles o en cunetas, los olvidados de la vida. Donde no hay esperanza. Los rayos de sol de Acción Poética en su Barranquilla natal le escuecen porque le recuerdan que existe gente que sí tiene esa esperanza y confía en echar al menos una sonrisa cada día. Él no cree ya en nada y aquella intención del poeta Lautréamont de que su poesía la pudiera leer una niña de 14 años le parece una tontería populista. A Jairo le encantaría llegar a toda esa gente.
P. Madrid ya está de vuelta de todo. ¿De qué sirve la ciudad si no es para hackearla? Hay que hackearlo todo, hasta lo que en un principio parece un pre-hackeo naíf. Eso es lo que P. aborda cada vez que encuentra uno de los muros. Con una frase a modo de epílogo, cambia el significado ingenuo de los mensajes originales. Se siente bien haciéndolo. Como ese “DE LA CAMA” que agregó a la existencialista pregunta “¿De dónde fuimos arrancados?”.
Las cinco historias tienen algo en común: parten de los mensajes que Acción Poética ha diseminado por muros de casi todos los países de habla hispana. Nacido en Monterrey en 1996 bajo el auspicio del poeta Armando Alanis Pulido, su meta de democratizar la poesía se ha encontrado en el siglo XXI con las redes sociales. Millones de veces compartidas, sus frases optimistas, evocadoras e intimistas han encontrado un eco exponencial que genera interrogantes.
¿Pueden vaciarse de contenido estos mensajes ante su constante repetición?
¿Por qué nos sentimos tan irresistiblemente atraídos por palabras reconfortantes y voluntaristas?
¿Pueden esas palabras, por evidencia de contraste, llevar a una amplificación del caos que las rodea?