Observa el cráneo de un primate, o un neandertal y compáralo con el de un humano moderno. ¿Sientes que falta algo? Tenemos un rasgo que ninguna otra especie posee: la barbilla.

Una nueva investigación, de la Universidad de Iowa, en E.U.A., postula que nuestras barbillas no vienen de una fuerza mecánica, como masticar, sino como resultado de una adaptación evolutiva que involucra el tamaño y forma del rostro, posiblemente relacionada con los cambios en los niveles hormonales al volvernos más domesticados socialmente. (¿Cómo funcionan los músculos?)

Utilizando análisis faciales y craneales bioquímicos avanzados en casi 40 personas, cuyas medidas varían desde infantes hasta adultos, el equipo de científicos concluyó que las fuerzas mecánicas son incapaz de producir la resistencia que se necesitaría para la creación de un nuevo hueso en la mandíbula inferior.

En el reporte, publicado en la revista Journal of Anatomy, explican que es probable que la aparición de la barbilla en los humanos modernos surgió por simple geometría, explican que conforme nuestras caras se volvieron mas pequeñas, evolucionando de humanos arcaicos a modernos, la barbilla se convirtió en una prominencia ósea.

Los investigadores analizaron la forma en que la región de la mandíbula reacciona a dos fuerzas, con las que buscaban comprobar la teoría de si al estresar mecánicamente ésa área, se crearía un nuevo hueso a un nivel microscópico, de una forma similar a como se crean nuevos musculas al levantar pesas. (¿Por qué truenan las articulaciones?)

Pero, las examinaciones en las medidas periódicas de las cabezas de los participantes, de entre 3 y 20 años, no mostraron evidencia de que estas fuerzas mecánicas imperceptibles conllevaran a la creación de nuevos huesos en la mandíbula. En cambio, los investigadores descubrieron que los individuos con una mayor resistencia mecánica tenían barbillas pequeñas.

Los que los científicos sí descubrieron es que el crecimiento de la mandíbula esta relacionado con la forma en que cada rasgo de nuestro rostro se adapta conforme el tamaño de nuestra cabeza aumenta.

En conclusión los resultados sugieren que la barbilla no tiene relación con la funcionalidad, y probablemente tiene más que ver con las dinámicas espaciales durante el desarrollo.




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