Miso, que llevaba encerrado ahí desde el año 2010, era incapaz de salir por el hueco por el que había entrado años atrás huyendo de otro animal. Consiguió sobrevivir gracias a los cuidados de un anciano llamado Abdo. Este, propietario de una tienda en las inmediaciones de la estación, no dejó de acudir ni un solo día para darle de comer y beber a su gato, incluso cuando tuvo que cerrar su establecimiento por la revolución de la primavera de 2011.
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