Todas nos cruzamos con alguna de las señoras que vamos a describir a continuación y le mandamos muchos insultos mentales (o tal vez no) o le deseamos que le cayera un rayo... Pero la verdad es que en el fondo, muy en el fondo, sabemos que nuestro destino inexorable, es, un día, convertirnos en una de ellas.

  • La heroína del tránsito. Está convencida de que tiene un superpoder. Cruza una avenida en horario pico en la mitad y en diagonal, y te muestra la palma de su mano segura de que es poseedora de un campo de fuerza que te obligará a detenerte. En su otra mano sostiene un carrito de feria o una bolsa de supermercado, y te mira desafiante mientras te vas acercando. Decí la verdad, ¿no fantaseaste alguna vez con pisar el acelerador y seguir de largo?
  • La Gran Hermano barrial. A veces pensás que lo estás imaginando. Bajás de un taxi de madrugada y tenés la sensación de que alguien te está observando. Detrás de una persiana levemente abierta, de una cortina estratégicamente levantada o directamente por la mirilla de su puerta, la Gran Hermano del barrio recopila información sobre tus movimientos como si fuera un oficial de inteligencia. Después, con dedicada inventiva completa los datos que no tiene con elaboradas historias sobre tu vida noctura y tus compañías románticas.
  • La reina del chantaje. Ella nació para ser vieja. No pierde una sola oportunidad de conseguir algo usando su condición de adulta mayor. En el ómnibus te mira fijo hasta que le das el asiento, y poco importa que ella esté de taco aguja y vos de chatas y con un brazo enyesado. En la cola del súper, te hace la gran “tengo solo dos cositas” con caída de ojos incluida para que la dejes pasar primero. Y por supuesto, es la que en la consulta del médico finge no ver el cartel en cuerpo 64 y Comic Sans pegado en la puerta que dice: “Por favor no golpee y espere su turno”.
  • La dictadora de cumpleaños. Ella va a las fiestas familiares “a que la atiendan”. Y se lo toma en serio. Se te sienta al lado y te pide que le alcances un vaso “con alguna cosita”, una servilleta, los platos del copetín -de a uno y cada vez que quiere servirse algo-, la cartera para sacar los lentes y un largo etcétera. Mientras te cuenta sus últimas enfermedades no diagnosticadas, las aventuras de su grupo de té, o te da consejos que no pediste sobre cómo tenés que tratar a tu marido.
  • La madre intensa. No importa que su hijo tenga 53 ella sigue hablando de él con su nombre en diminutivo. Tampoco importa si el benjamín es primer ministro de Grecia en plena crisis económica, ella está segura que lo mejor que puede hacer es dar una entrevista y decir que su amado Tsipras, “no come ni duerme”. Si tenés la suerte de cruzarte con ella en la mitad de un shopping, es la que te para para decirte que no deberías haber sacado a tu bebé con ese frío o que le pusiste mal el babero. Si es tu suegra… te mando un abrazo.



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