El trol de Internet se ha convertido en una figura ubicua de nuestros tiempos. Pero mucho antes de la aparición de la red ya existieron verdaderos maestros en el arte de tocar los huevos. Aquí te traemos a siete de nuestros favoritos.

1. Diógenes


Diógenes de Sinope fue algo así como una versión arcaica del trol de Internet. Cada una de sus acciones parecían pensadas con el único propósito de molestar, criticar, ridiculizar o cabrear a la gente.

Entre sus actividades favoritas se contaba masturbarse en pĆŗblico para demostrar que la felicidad correspondĆ­a al hombre que no seguĆ­a las normas, o congregar a grandes audiencias a su alrededor gracias a su elocuencia para, de pronto, detenerse abruptamente y proceder a aliviar sus necesidades corporales.

Otros de sus pasatiempos era cabrear a sus colegas de profesión. Por ejemplo, cuando Platón definió al humano como un “animal bĆ­pedo sin plumas” y recibió grandes alabanzas por ello, Diógenes procedió a desplumar un pollo y entró en su academia al grito de “He aquĆ­, te he traĆ­do un hombre”. Tras el incidente, Platón decidió incluir “con uƱas anchas y planas” a su definición.

Pero, quizĆ”, la anĆ©cdota mĆ”s cĆ©lebre que protagonizó fue la que tuvo lugar durante su encuentro con Alejandro Magno. En el cĆ©nit de su imperio, el emperador conquistó la ciudad donde Diógenes se encontraba en ese momento. Habiendo oĆ­do hablar de las hazaƱas del famoso filósofo, Alejandro quiso conocerle. Para demostrar su admiración, el emperador le ofreció cualquier cosa que desease, a lo que Diógenes contestó: “SĆ­, fantĆ”stico. MuĆ©vase a la izquierda. Me estĆ” tapando el sol”.

Y asƭ podrƭamos seguir hasta dedicarle este artƭculo enteramente a Ʃl.

2. Victor Lustig

Victor Lustig era un timador checo que se ganaba la vida con el contrabando de dinero y vendiendo una mƔquina que, supuestamente, imprimƭa billetes.

Pero en 1925 tuvo la mejor idea de su vida.

Aprovechando que la Torre Eiffel estaba siendo objeto de diversas controversias, se hizo pasar por un oficial del gobierno y convenció a unos mercaderes de que el ayuntamiento de la ciudad la quería vender el monumento como chatarra.

Por si fuera poco, en el momento de cerrar el trato, Lustwig les dio a entender que se trataba de una operación corrupta y que debía cobrar un soborno. Los clientes accedieron, por lo que el timador no solo se llevó el dinero de la supuesta venta de la torre, sino también el correspondiente a un soborno imaginario.

Cuando las vƭctimas descubrieron el engaƱo, estaban tan avergonzadas que no lo denunciaron.

Un mes después de esa primera venta, Lustig intentó volver a venderla. Esta vez, sin embargo, no tuvo tanto éxito, y sus víctimas le acabaron denunciando a la policía.

Aún así, logró evadir el arresto y acabó estafÔndole 50.000 dólares al mismísimo Al Capone.

3. Alan Sokal

Una mañana, el físico estadounidense Alan Sokal se despertó y decidió que estaba harto del postmodernismo.

Se sentó en su silla y escribió un artículo con la intención de mandarlo aSocial Text, una revista académica de estudios culturales.

El artículo se titulaba Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity ( La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuÔntica) y en él sostenía la sorprendente tesis de que la realidad física era un constructo social, y que, por lo tanto, si no creyéramos en ella, no nos afectaría.

En realidad, el texto no era mÔs que una sucesión de sandeces en las que se mezclaban afirmaciones falsas, conjeturas científicas sin fundamento, clichés izquierdosos, citas pretenciosas y toda clase de ideas absurdas.

Pues bien, el artículo fue publicado y Sokal logró su cometido: demostrar que una revista de humanidades posmoderna publicaría un texto plagado de sinsentidos siempre y cuando sonase bien y apoyase los prejuicios ideológicos de los editores.

4. Oliver "Porky" Bickar

La mañana del 1 de abril de 1974, los residentes de Sitka, Alaska, alzaron su vista al cielo con preocupación.

Una amenazante columna de humo negro estaba emergiendo del crÔter del monte Edgecumbe. Tras 400 años dormido, parecía como si el volcÔn estuviese a punto de entrar en erupción.

Preocupados, los habitantes de la localidad avisaron a las autoridades. La Guardia Costera entró en acción y mandó un helicóptero para que investigara la zona.

A medida que el piloto se acercaba a la montaña, la columna de humo se hizo mÔs grande. Cuando finalmente pudo situarse justo en el centro para observar el crÔter no podía creer lo que veía. Miró mÔs fijamente y soltó una carcajada.

Apilados en el cono volcÔnico, vio una enorme montaña de viejos neumÔticos ardiendo. Justo al lado, había un mensaje pintado con spray:APRIL FOOL (April Fool's es el equivalente anglosajón a nuestro día de los inocentes).

El autor de la inocentada habƭa sido Oliver "Porky" Bickar, un bromista local que llevaba tres aƱos esperando a que las condiciones del cielo fuesen las adecuadas para llevar a cabo su plan.

Su hazaña acabó dando la vuelta al mundo. Afortunadamente para él, la inmensa de mayoría de sus paisanos se lo tomaron con humor.


5. George Parker

—Oiga seƱor, ¿quiere comprar el puente de Brooklyn?, esta semana estĆ” en venta.

—¿Para quĆ© iba a comprarlo?

—¿Ha pensado usted en el dinero que podrĆ­a sacar si hiciera pagar un peaje?

—Ah bueno... sĆ­ … pero, ¿estĆ” seguro que estĆ” en venta?

—¿QuĆ© necesita, ver una pegatina de “en venta” en el puente?

Durante 30 años, George Parker mantuvo conversaciones como esta dos veces a la semana. Y la gran mayoría de ellas logró su cometido: vender el puente de Brooklyn a ciudadanos ingenuos.

A menudo, los nuevos “propietarios” procedĆ­an a instalar cabinas de peaje, hasta que aparecĆ­a la policĆ­a y les informaba que habĆ­a sido vĆ­ctimas de una estafa.

El puente era su monumento favorito, pero también vendió el Madison Square Garden, la Estatua de la Libertad y el Metropolitan Museum of Art.

Finalmente, Parker fue sentenciado a cadena perpetua en 1928. Murió en la cÔrcel ocho años después.

6. Nevil Maskelyne

Era una tarde de junio de 1903 y la audiencia del teatro londinense donde se celebraba la conferencia de la Royal Institution estaba expectante.

El propósito del acto era hacer una demostración de las posibilidades de una emergente maravilla tecnológica: un sistema de comunicación inalÔmbrica de largo alcance que había desarrollado un ingeniero italiano llamado Guillermo Marconi. El objetivo era enseñar, por primera vez en público, que un mensaje en código Morse podía ser enviado a larga distancia de forma inalÔmbrica. Concretamente, la señal iba a recorrer los 500 kilómetros que separaban Cornuales de Londres.

De pronto, cuando la demostración todavía no había empezado, el aparato situado en el teatro empezó a emitir un mensaje . Al principio eran palabras que se repetían una y otra vez, pero pronto se convirtieron en un poema sarcÔstico que acusaba a Marconi de estar timando al público. El acto había sido hackeado.

El autor del sabotaje habƭa sido Nevil Maskelyne, un mago e inventor britƔnico que querƭa demostrar las enormes fallas de seguridad que tenƭa la joven tecnologƭa. No es extraƱo, pues, que se le considere uno de los primeros predecesores de los hackers informƔticos.

7. Mark Gubin

Mark Gubin vive cerca del aeropuerto.

Un dĆ­a de 1978 decidió que querĆ­a dar una bienvenida especial a los pasajeros que llegasen a su ciudad. Cogió un bote de pintura blanca y pintó “WELCOME TO CLEVELAND” con letras enormes en el tejado de su casa.

¿Que por quĆ© es un trol?

Gubin no vive en Cleveland, sino en Milwaukee.

No es difĆ­cil imaginarse la cantidad de viajeros que, a lo largo de los Ćŗltimos cuarenta aƱos, habrĆ”n mirado por la ventana y habrĆ”n pensado un sonoro “mierda” al pensar que se han equivocado de avión.

“No hay ninguno propósito real para tener la seƱal excepto la locura, que es algo que tiende a ser bastante bueno”, dijo Gubin a un periódico local en 2005.

Una afirmación que, probablemente, podrían suscribir la mayoría de protagonistas de este lista.




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