En muchas ocasiones, cuando debemos hablar frente a una audiencia, nos carcome una pregunta: ¿dónde pongo las manos? Algunas veces, las colocamos en los bolsillos y tratamos de ocultarlas, en otras las movemos como si estuviéramos matando moscas imaginarias. Si bien la fórmula correcta está en medio de estos dos puntos, hay tres consejos que podrías considerar para que tu mensaje llegue con claridad y sin distracciones.

Decile NO a Superman

Las manos en la cintura son para Superman, Flash, o algún otro superhéroe. Y es que poner las manos en esa posición da esa impresión de superioridad que tienen las estatuas y no es algo que caiga simpático. Si no cae simpático, no crea conexión. La conexión, y no la perfección, resulta ser la base de la buena comunicación.

Apuntar con el índice nos hace ver agresivos

Seguro te lo dijeron en algún momento y con razón. Apuntar con el dedo y servirse del índice para puntualizar algo significa un gran rasgo de soberbia. Es agresivo y la respuesta que genera no es colaborativa ni de aceptación por parte de la persona a la que le apuntamos. Si bien, en algunas ocasiones, se puede utilizar este recurso, la regla general indica que el índice se usa solo para apuntarnos a nosotros mismos.

Dos candidatos usan sus palmas para no parecer sumisos ante su rival

Cada vez que hablamos con alguien y le apuntamos con las manos en posición de palmas hacia abajo, estamos enviando un mensaje fatal. Es una de las mejores formas de sofocar a alguien, de demostrarle que nosotros mandamos y que solamente nosotros tenemos el uso de la palabra. Eso crea una reacción adversa en quien nos escucha. En algunos casos, va a desconectar mentalmente de nuestra charla. Ya no nos quiere escuchar más. En otros, como a la mayor parte de las personas no les gusta que las dominen de esa manera, nuestro auditorio va a actuar en forma contraria a nuestros objetivos. Nos va a llevar la contra como forma de rebelarse contra nuestra constante opresión. No importa que sea simbólica y hasta inconsciente, se transmite con la electricidad en el agua.

Más de la mitad del mensaje que transmitimos proviene del movimiento de nuestro cuerpo y no de las palabras elegidas. Trata que tu cuerpo diga lo mismo que tus palabras.





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