El autor de El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto, explica como llegó a la publicación de un libro que reúne precisamente 500 palabras no muy conocidas por la mayoría con sus respectivas y curiosas descripciones: "un grupo de WhatsApp sacó lo mejor de mí y que le dio alguna utilidad a mis enciclopédicos conocimientos inútiles. Cada día enviaba una palabra relacionada con la actualidad. Tras dos años (hay que reconocer que tengo amigos pacientes) tenía un botín de palabras hermosas y poco empleadas a las que saqué del armario del olvido. Añadí las citas literarias que ponían cada palabra en contexto y ¡eureka!: por ahí está mi libro".
El libro es una selección de palabras que me divierten, me entretienen, me evocan, me enorgullecen o me apena que no se usen, porque esa es la clave de la persistencia de las palabras en nuestra memoria: su uso. Compruebo que cada vez que se produce un execrable caso de violencia de género jamás se usa la palabra uxoricida (quien comete uxoricidio: muerte causada a la mujer por su marido). Ni siquiera la más facilita (para los que no se manejen en latín) conyugicidio. ¿Se empobrece el lenguaje? No: nos empobrecemos nosotros, los hablantes.
Miguel Sosa es el autor del libro, quien continúa diciendo: El pequeño libro de las 500 palabras para parecer más culto no es sino mi biografía lectora, un acto de amor por las palabras. Es una selección caprichosa, sin prevalencia geográfica; deliberadamente he dejado fuera palabras tan americanas y tan divertidamente curiosas como la costarricense samuelear (dicho de un hombre: contemplar o tratar de verle las partes sexuales o los muslos a una mujer) y la ecuatoriana bagrero (dicho de un hombre: que gusta de las mujeres muy feas) y tan localmente españolas como la leonesa filandón (reunión nocturna de mujeres para hilar y charlar) y la extremeña presta (hierbabuena). Las palabras seleccionadas vienen inmejorablemente acompañadas de una cita literaria de autores como Cervantes, Quevedo, Borges, García Márquez y Eduardo Mendoza: más de doscientos escritores.
Tener una buena cita
Un ejemplo con la palabra titilar. Según su definición, dicho de un cuerpo luminoso: centellear con ligero temblor. “[…] La soledad comienza a poblarse de monstruos; la noche titila en una punta con colores caídos, desiertos, y el alba saca llorando los ojos del agua”. La frase es de El habitante y su eseranza, de Pablo Neruda.
Los astros, en efecto, titilan, palabra que Neruda conocía bien.
El hijo del ferroviario publicó su celebérrimo Veinte poemas de amor y una canción desesperada con solo veinte años, y en su vigésimo poema, justo antes de la canción desesperada, dejó para la posteridad este verso: “Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. Donde los astros, en vez de cumplir con su obligación de centellear con ligero temblor, y por obra y gracia del arte poético de un chileno universal, tiemblan, sí: pero de frío.
A continuación un breve glosario de las palabras incluiídas en este curioso y descriptivo libro
Adarce:(Del lat. adarce, y este del griego αδαρκη)
1. Costra salina que las aguas del mar forman en los objetos que mojan.
Cencido:
1. adj. Dicho de la hierba, de una dehesa o de un terreno: que aún no ha sido hollado.
Dingolondango:
1. m. coloq. Expresión cariñosa, mimo, halago, arrumaco. U. m. en pl.
Esplín:
(Del ing. spleen, bazo, hipocondría.) 1. m. Melancolía, tedio de la vida.
Flébil:
(Del lat. flebilis) 1. adj. poét. Digno de ser llorado. 2. adj. poét. Lamentable, triste, lacrimoso.
Lampo:
1. m. poét. Resplandor o brillo pronto y fugaz, como el del relámpago.
Hialino:
(Del lat. hyalinus y este del gr. υαλινος) 1. adj. Fís. Diáfano como el vidrio o parecido a él.
Íncola:
(Del lat. incola) 1. m. p. us. Habitante de un pueblo o lugar.
Jarifo:
(Del ar. hisp. sarif, y este del ar. clás. sarif, noble) 1. adj. Rozagante, vistoso, bien compuesto o adornado.
Mador:
(Del lat. mador, -oris) 1. m. Ligera humedad que cubre la superficie del cuerpo sin llegar a ser verdadero sudor.
Nefelibata:
1. adj. Dicho de una persona: soñadora, que anda por las nubes.
Giste:
(Del al. Gischt, espuma) 1. m. Espuma de la cerveza.
Ñiquiñaque:
1. m. coloq. p. us. Persona o cosa muy despreciable.
Ojienjuto:
(De ojo y enjuto) 1. adj. coloq. Que tiene dificultad para llorar.
Plúrimo:
(Del lat. plurimus, sup. de multus, mucho) 1. adj. cult. Abundante o variado.
Raquear:
1. intr. Andar al raque, buscar restos de naufragios.
Satis:
(Del lat. satis, bastante) 1. m. p. us. Vacación, especialmente de estudiantes.
Brizar:
(De brezar) 1. tr. Acunar, cunear.
Tronga:
(De or. inc.) 1. f. germ. Mujer galanteada o pretendida por un hombre.
Uxoricidio:
1. m. Muerte causada a la mujer por su marido.
Venusto:
(Del lat. venustus, de Venus) 1. adj. Hermoso y agraciado.
Yactura:
(Del lat. iactura) 1. f. Quiebra, pérdida o daño recibido.
Zullenco:
(De zulla) 1. adj. coloq. Que ventosea con frecuencia e involuntariamente o no puede contener la deposición.
Quillotra:
(De quillotro) 1. f. coloq. Amiga, amante.
(De or. inc.) 1. f. germ. Mujer galanteada o pretendida por un hombre.
Uxoricidio:
1. m. Muerte causada a la mujer por su marido.
Venusto:
(Del lat. venustus, de Venus) 1. adj. Hermoso y agraciado.
Yactura:
(Del lat. iactura) 1. f. Quiebra, pérdida o daño recibido.
Zullenco:
(De zulla) 1. adj. coloq. Que ventosea con frecuencia e involuntariamente o no puede contener la deposición.
Quillotra:
(De quillotro) 1. f. coloq. Amiga, amante.