“Nuestros colchones están llenos de ácaros y alérgenos. Los ácaros viven y se reproducen en lugares cálidos y húmedos, por lo que nuestros colchones son su hogar ideal, sobre todo teniendo en cuenta que se alimentan de las células de piel muerta que desprendemos. Un ser humano desprende unos 28 gramos de piel muerta al mes (lo que equivale a una bolsa pequeña de patatas fritas), la mayor parte de estas células de piel muerta las desprendemos mientras dormimos, por lo que los colchones son para ellos algo así como un hotel de 5 estrellas. De hecho, según las investigaciones llevadas a cabo en nuestro laboratorio de microbiología, en una cama de matrimonio conviven unos dos millones de ácaros. Los ácaros, en sí, son inofensivos, pero sus heces contienen una proteína que si se inhala y puede producir reacciones alérgicas: picor de garganta, ojos llorosos, etc. Por tanto, lo idóneo es aspirar los colchones ya que, al sacudirlos, acabamos inhalando estas heces.
Sin embargo, no cualquier aspiradora puede hacer la labor; es importante contar con una con capacidad de succión suficiente para adentrarse en las capas más profundas del colchón (ya que, cuando no estamos en la cama, los ácaros tienden a esconderse en las capas más profundas del colchón en busca de calor). Además, estos seres diminutos tienen pinzas por todo su cuerpo para agarrarse a las fibras del colchón por lo que la aspiradora tendrá que tener un cabezal giratorio que levante esas fibras para poder capturarlos. También es importante que disponga de un filtro para capturar los alérgenos, de forma que no sean expulsados al aire”, termina.