Cuando utilizas una máquina de correr es habitual tener la sensación de que te estás torturando a ti mismo. Y no es casualidad.
Tal y como explica un didáctico vídeo realizado por Conor Heffernan y Yukai Du para TED, el origen de esta máquina está, precisamente, en los métodos de tortura carcelaria.
A principios del Siglo XIX, la cárceles inglesas eran un lugar infausto. Tanto que, a menudo, los presos preferían ser ejecutados o deportados que enfrentarse a las interminables horas de confinamiento en celdas mugrientas.
Los movimientos sociales obligaron a cambiar las condiciones en las cárceles para que estuvieran más orientadas hacia la rehabilitación de los presos.
Fue entonces cuando el ingeniero británico William Cubit ideó una máquina que sirviese tanto para castigar a los reclusos como para que éstos realizaran trabajos productivos dentro de la cárcel.
La energía que se generaba se utilizaba para bombear agua, triturar cereales o mover molinos
Originalmente, la máquina era una enorme rueda de madera con escalones que obligaban a los presos a seguir moviéndose si no querían caer. La energía que se generaba se utilizaba para bombear agua, triturar cereales o mover molinos (de ahí que su nombre en inglés sea treadmill), lo cual ayudó a reactivar la economía inglesa tras las Guerras Napoleónicas.
Aparentemente, todo eran ventajas... menos para los reclusos, quienes se veían obligados a pasar seis horas al día, cinco días a la semana, encima de la máquina sin ni siquiera poder hablar entre ellos.
El desgaste físico, unido a la pobre alimentación, provocaba que los presos a menudo sufrieran lesiones o agotamiento. Algo que los guardias veían con muy buenos ojos, ya que les ayudaba a controlar a los presos más conflictivos.
Tal y como explica el vídeo, en 1824 un guardia de una prisión neoyorquina escribió: “es su monótona firmeza y no su severidad lo que provoca el terror”.
Una cita con la que, seguro, muchos usuarios de gimnasio actuales siguen estando de acuerdo.
Los movimientos sociales obligaron a cambiar las condiciones en las cárceles para que estuvieran más orientadas hacia la rehabilitación de los presos.
Fue entonces cuando el ingeniero británico William Cubit ideó una máquina que sirviese tanto para castigar a los reclusos como para que éstos realizaran trabajos productivos dentro de la cárcel.
La energía que se generaba se utilizaba para bombear agua, triturar cereales o mover molinos
Originalmente, la máquina era una enorme rueda de madera con escalones que obligaban a los presos a seguir moviéndose si no querían caer. La energía que se generaba se utilizaba para bombear agua, triturar cereales o mover molinos (de ahí que su nombre en inglés sea treadmill), lo cual ayudó a reactivar la economía inglesa tras las Guerras Napoleónicas.
Aparentemente, todo eran ventajas... menos para los reclusos, quienes se veían obligados a pasar seis horas al día, cinco días a la semana, encima de la máquina sin ni siquiera poder hablar entre ellos.
El desgaste físico, unido a la pobre alimentación, provocaba que los presos a menudo sufrieran lesiones o agotamiento. Algo que los guardias veían con muy buenos ojos, ya que les ayudaba a controlar a los presos más conflictivos.
Tal y como explica el vídeo, en 1824 un guardia de una prisión neoyorquina escribió: “es su monótona firmeza y no su severidad lo que provoca el terror”.
Una cita con la que, seguro, muchos usuarios de gimnasio actuales siguen estando de acuerdo.