Imagina que estás de vacaciones en el corazón del África Negra. Disfrutas de una cerveza en un establecimiento público cuando tus ojos se cruzan con los de un paisano que merodea por el lugar. Al sentirse observado, el hombre se acerca a ti y te espeta: "¿Quiere usted un bebé fresco, recién salido del útero?".

Algo parecido le pasó recientemente al activista nigeriano Philip Obaji Jr. en mitad de un restaurante en la localidad de Enugu, al sudeste del país.

En realidad él fue al encuentro del hombre y no al revés. La curiosidad le picaba. De manera casual, Obaji había oído a aquel tipo hablando con una mujer de mediana edad sobre la posibilidad de conseguirle un recién nacido, del sexo que ella quisiera. Se acercó al hombre para inquirirle sobre la veracidad de su oferta, y el tipo no se achantó: "Te puedo conseguir bebés en menos de 24 horas".

Obaji describe para The Daily Beast cómo aquel hombre le explica que hay un bebé en camino, a punto de ver la luz. El infante estaba reservado para una pareja sueca, pero puede ser suyo si lo paga al contado de forma inmediata. "Ya conseguiremos otro bebé para la pareja. Ni siquiera notarán que les hemos dado otra cosa".

La maternidad como negocio
Por espeluznante que nos pueda parecer, escenas como esa son moneda común en Nigeria y otros países del Africa Occidental desde hace tiempo.

Aquel hombre no era más que un intermediario, un comisionista, el último eslabón de una cadena que tiene su inicio en las llamadas "factorías de bebés". Negocios clandestinos en los que una serie de mujeres se dedican aconcebir niños a granel para su posterior venta.

Todos conocemos la existencia de madres de alquiler, gestantes subrogados que se ocupan de dar la vida a un crío de acuerdo con la persona o pareja que las contrata. En el caso de las factorías de bebés nigerianas no siempre hay acuerdo previo, no siempre existe un destinatario, de manera que los recién nacidos se ofrecen en el mercado como cualquier otra mercancía. Y hay que venderlos pronto, para evitar los costes de su manutención y limitar los riesgos de ser descubiertos.

El problema, además, es que esas mujeres "trabajan" muchas veces contra su voluntad.

Hace un par de años, la policía desmontó una de esas "granjas de bebés" en la clínica de una supuesta fundación en Aba, al sur del país. Se rescató a 32 mujeres jóvenes, algunas casi niñas en edad escolar, que declararon estar allí forzadas.

Los doctores arrestados argumentaron ante la policía que su labor era humanitaria, que estaban ahí para ayudar a las jóvenes con embarazos indeseados, y que los recién nacidos habían sido dados en adopción. Las mujeres, sin embargo, explicaron que recibían entre 150 euros (si el bebé era niña) y 170 euros (si era niño) como pago cuando las criaturas eran vendidas.

Según la Agencia Nacional para la Prohibición del Tráfico de Personas del país africano, esos bebés pueden llegar a negociarse en el mercado negro por más de 5.500 euros, dependiendo del sexo.

En un país en el que la mayoría de la población vive con menos de 2 dólares al día, eso es una auténtica fortuna.

La demanda de las fábricas de bebés proviene, principalmente, del frente de la adopción ilegal. La mayoría de esos niños son vendidos a familias con problemas para concebir —en Nigeria existe cierto estigma social alrededor de las parejas que no logran tener hijos—, pero también hay quien compra bebés para su uso en rituales de santería.

Sacrifica a un bebé, y el hechizo será más poderoso. Convierte su cadáver en polvo, que ese polvo te traerá la suerte.

Esa es la brutal creencia entre algunas comunidades.

Un problema enquistado
De acuerdo a un informe de la Unesco datado en 2006, la trata de personas era el tercer crimen más común en Nigeria, sólo detrás del fraude financiero y el tráfico de drogas. Según aquel informe, en el país se vendían al menos una decena de niños cada día.

Nueve años después, las cosas no han mejorado en absoluto. A pesar de la presión policial, las fábricas de bebés siguen proliferando en Nigeria, llegando sus tentáculos hasta países vecinos como Benin y Burkina Faso, e incluso a Europa.

En tiempos recientes, el barro ha llegado a salpicar a políticos, policías y banqueros de la vecina Níger, donde los niños nacidos en las granjas nigerianas son "vendidos y comprados como si fueran pan", según las autoridades.

A la luz del problema, el gobernador del estado de Enugu acaba de poner en marcha un comité especial que deberá trabajar para monitorear los casos de abusos y diseñar leyes que puedan limitar el alcance de la trata de niños. La tarea, dicen, es enorme. Entre otras cosas, porque hay funcionarios de varias agencias estatales implicados.

Ya lo dice la Madam que estaba dispuesta a facilitarle bebés al periodista Obaji: "Puedo arreglar sentencias judiciales y conseguir niños de todas las edades, géneros y complexiones. La policía no es un problema para mí".

Parece que no estaba fanfarroneando.



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