A través de su interfaz, dejar rastro de manera accidental cuando espíes a la persona que te gusta será imposible.
Algunos la describieron como lo que la humanidad venía necesitando desde hace mucho tiempo. Sin embargo, cuando te encuentras en el perfil de una filipina viendo la vida de alguien que jamás conocerás te preguntas: En realidad, ¿no es stalkear y ser stalkeados uno de los principales motivos por los que se inventaron las redes sociales.
Es una obviedad que no queremos reconocer pero, a no ser que nuestra cuenta sea privada y no aceptemos a un solo seguidor, todos estamos en Instagram para mirar y que nos miren. Ser sus usuarios es sinónimo de ser stalkers desde el mismo momento en el que nos registramos.
Entonces, ¿por qué nos avergüenza tanto reconocerlo? ¿Por qué nos parece una conducta propia de personas desequilibradas mirar publicaciones antiguas de alguien si están ahí precisamente para eso?
Instasnoop nace con la premisa de hacer el ciberfisgoneo más fácil y seguro pero, en realidad, solo lo hace más cobarde. Porque en realidad, eliminar de raíz la posibilidad de dejar constancia de que hemos estado ahí y hemos tenido interés por otra persona nos deshumaniza.
Es cierto que admitir públicamente que el sábado por la noche estuviste viendo la foto que la nueva pareja de tu ex se hizo hace cinco años es bochornoso. Pero lo es solo porque a través de ese “me gusta” accidental se cuela tu humanidad. Se cuelan los sentimientos que el resto del tiempo escondes detrás de una fachada de filtros y poses meditadas, y eso te deja en una situación de vulnerabilidad.
Por eso no es tan grave. No hay que tener miedo a demostrar que sientes curiosidad por los demás porque eso te conecta con el resto de la raza humana. Sobre todo porque el receptor de tus likes no es una máquina ni un robot, es otro ser humano con los mismos sentimientos universales que tú y que, aunque no se le haya ido el dedo, te aseguro que también ha estado cotilleando tu Instagram en las sombras.
Por su condición de gesto humano en un medio digital como lo es una red social, nunca hay que desdeñar el poder íntimo de un “me gusta” furtivo. Puede ser el primer paso para que dos enemigos se reconcilien o para que tus futuras parejas o amigos se fijen en ti.
Cuando a alguien le gustan mis fotos viejas, nunca siento miedo. Eso es porque un “me gusta” no es más que un cálido "te veo” y que me vean es lo que quiero.
Algunos la describieron como lo que la humanidad venía necesitando desde hace mucho tiempo. Sin embargo, cuando te encuentras en el perfil de una filipina viendo la vida de alguien que jamás conocerás te preguntas: En realidad, ¿no es stalkear y ser stalkeados uno de los principales motivos por los que se inventaron las redes sociales.
Es una obviedad que no queremos reconocer pero, a no ser que nuestra cuenta sea privada y no aceptemos a un solo seguidor, todos estamos en Instagram para mirar y que nos miren. Ser sus usuarios es sinónimo de ser stalkers desde el mismo momento en el que nos registramos.
Entonces, ¿por qué nos avergüenza tanto reconocerlo? ¿Por qué nos parece una conducta propia de personas desequilibradas mirar publicaciones antiguas de alguien si están ahí precisamente para eso?
Instasnoop nace con la premisa de hacer el ciberfisgoneo más fácil y seguro pero, en realidad, solo lo hace más cobarde. Porque en realidad, eliminar de raíz la posibilidad de dejar constancia de que hemos estado ahí y hemos tenido interés por otra persona nos deshumaniza.
Es cierto que admitir públicamente que el sábado por la noche estuviste viendo la foto que la nueva pareja de tu ex se hizo hace cinco años es bochornoso. Pero lo es solo porque a través de ese “me gusta” accidental se cuela tu humanidad. Se cuelan los sentimientos que el resto del tiempo escondes detrás de una fachada de filtros y poses meditadas, y eso te deja en una situación de vulnerabilidad.
Por eso no es tan grave. No hay que tener miedo a demostrar que sientes curiosidad por los demás porque eso te conecta con el resto de la raza humana. Sobre todo porque el receptor de tus likes no es una máquina ni un robot, es otro ser humano con los mismos sentimientos universales que tú y que, aunque no se le haya ido el dedo, te aseguro que también ha estado cotilleando tu Instagram en las sombras.
Por su condición de gesto humano en un medio digital como lo es una red social, nunca hay que desdeñar el poder íntimo de un “me gusta” furtivo. Puede ser el primer paso para que dos enemigos se reconcilien o para que tus futuras parejas o amigos se fijen en ti.
Cuando a alguien le gustan mis fotos viejas, nunca siento miedo. Eso es porque un “me gusta” no es más que un cálido "te veo” y que me vean es lo que quiero.