¿Tu jefe te hace la vida imposible? Un manual secreto redactado en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial ofrece consejos para pagarle con la misma moneda.
La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más letal de la historia, y más allá de la extensión geográfica de sus escenarios de combate, contó también con activos frentes "invisibles", como el del espionaje y el sabotaje.
Sobre este último asunto versa un documento publicado por la estadounidense Office of Strategic Services el 17 de enero de 1944, y que acaba de ser desclasificado por la CIA. Se trata de un breve manual sobre sabotaje de campo que, entre las múltiples intervenciones que el ciudadano puede realizar para perjudicar al enemigo, sugiere el boicot organizativo y laboral. Son 32 páginas que cuentan de manera certera cómo hundir a tu empresa y perjudicar a tus superiores sin que ellos se den cuenta de tus intenciones.
"El sabotaje sencillo no requiere una preparación especial o equipamiento", señala el documento, según recoge el sitio noticioso El Confidencial. "Es llevado a cabo por un ciudadano ordinario que puede actuar individualmente o no y sin la necesidad de conexión con un grupo activo, y se lleva a cabo de manera que implica un peligro mínimo de lesión, detección o represalias". La estrategia se basa en gran parte en "el factor humano", es decir, los errores que pueden pasar por despistes, accidentes o simple incompetencia y que poco a poco van minando la moral de compañeros y superiores y dando al traste con la empresa en la que trabajas. "Los actos de simple sabotaje, multiplicados por miles de saboteadores-ciudadanos, puede ser un arma efectiva en contra del enemigo", señala el documento. ¿Cuáles son exactamente?
Trabajar lento
Hay muchas maneras de trabajar con lentitud y que, sin embargo, parezca que no es así. Por ejemplo, el documento propone utilizar un martillo ligero en lugar de uno pesado o no aplicar mucha fuerza, de manera que tardes más tiempo en alcanzar tu objetivo. ¿En un trabajo administrativo? Teclea lento, revisa todo veinte veces pero no levantes la vista de la hoja o pantalla. O levanta la vista para hacer algo peor: una estrategia alternativa es "si tienes que cambiar el material con el que trabajas, como un torno a una perforadora, tómate un tiempo innecesario para hacerlo".
"Cuando vayas al baño pasa allí todo el tiempo que puedas y olvídate algo (‘oops, el celular') para tener que volver".
¿Cómo? No entiendo
No comprender nada puede ser tu mejor aliado, sobre todo si de esa manera consigues que tu superior pierda los nervios. No sólo fingiendo no entender un idioma extranjero que sí conoces, sino también actuando como "si las instrucciones fuesen difíciles de entender, y pidiendo que te las repitan varias veces". ¿Conocen a ese compañero que muestra mucho entusiasmo pero que no deja de hacer preguntas sobre su trabajo? Probablemente sea un espía.
Sé estúpido (y quéjate todo el rato)
Unas de las claves para desmoralizar y crear confusión es, simple y llanamente, "ser estúpido". Unido a ello, conviene "dar explicaciones largas e incomprensibles cuando te pregunten" o "ser tan irritable y beligerante como puedas sin meterte en líos". Quejarse sin dar mucho la nota es clave, sobre todo si lo acompañas de un mal rendimiento: "Haz tu trabajo mal y échale la culpa a las malas herramientas, la maquinaria o el equipamiento", expone el documento. "Quéjate de que todo eso impide que hagas tu trabajo correctamente".
La burocracia, tu mejor aliada
Si hay algo en lo que todos nos podemos poner de acuerdo es en que no hay nada más ralentizador y enervante que el papeleo. Por eso, puede convertirse en nuestro mejor aliado. Por ejemplo, rellenando mal los documentos de manera que sean ilegibles y tengan que volver a rellenarse o generen confusión. O insistiendo en que "todo se haga según los 'canales', sin permitir atajos para acelerar las decisiones". Arañarle segundos al reloj pidiendo que todas las decisiones sean revisadas por un comité o un grupo de superiores ("que nunca sean menos de cinco") es una buena estrategia.
Además, pide que se busque la expresión más adecuada para todas las órdenes y, si ves que finalmente alguien va a tomar una decisión, recuerda que quizá sería buen momento para replantearse el tema, que a Fulanito no le gustó mucho esa idea o que quizá no es competencia suya tomar dicha resolución y que habría que consultarlo con alguien (a poder ser, que esté de viaje). En otras palabras, no hay camino más rápido para acabar con la eficiencia de una empresa que no parar de reunirse y dudar de todas las decisiones ("conviértete en un defensor de la 'precaución', sé razonable y urge a tus compañeros que sean 'razonables' y que eviten las prisas que puedan resultar posteriormente en problemas y dificultades").
Además, el texto recomienda a los mandos intermedios que hagan reuniones en el momento en el que hay más trabajo por hacer.
Habla sin parar y de lo que no le importa a nadie"Da discursos", sugiere el documento. En otras palabras, "habla tan a menudo como puedas y mucho rato". Un ingrediente esencial para sacar de quicio a tus jefes es adornar estas intervenciones con "largas anécdotas y relatos de tus experiencias personales" (a poder ser, con alguna reivindicación patriótica). Cuando no estés aleccionando a los demás sobre aquello que deberían hacer, lo bueno que eres y lo mucho que sabes, saca a relucir "asuntos irrelevantes". Cualquier cosa menos currar, vaya.
La venganza del jefe
Hasta aquí, todo aquello que puede hacer el trabajador para perjudicar la buena marcha de la empresa y sacar de quicio a los jefes. Pero ¿qué pasa si eres un cargo intermedio? La Office of Strategic Services también tiene sus recomendaciones para bajar la moral de los empleados: no renueves el material de trabajo hasta que no haya más remedio (o pide materiales que van a tardar mucho tiempo en llegar); insiste en la perfección de todos tus productos, especialmente en aquellos más irrelevantes y no des luz verde a ninguno con el más mínimo fallo; otorga los trabajos más importantes a los empleados más ineficientes; sé simpático y asciende a los trabajadores ineficientes, pero discrimina a los mejores; y monta reuniones en el momento en el que hay más trabajo por hacer. Una vez más, no hay nada más disruptivo que una bonita e inacabable reunión.
Todos estos consejos fueron sin duda muy útiles y quizá todavía lo sean, siempre y cuando uno se dedique al sabotaje deliberado con fines patrióticos.
Sin embargo, si ese no es el caso probablemente sea menor no incurrir en semejantes métodos, ya que no está previsto ningún beneficio para el trabajador, y conlleva un cierto riesgo de ponerlo de patitas en la calle.
Además, el texto recomienda a los mandos intermedios que hagan reuniones en el momento en el que hay más trabajo por hacer.
Habla sin parar y de lo que no le importa a nadie"Da discursos", sugiere el documento. En otras palabras, "habla tan a menudo como puedas y mucho rato". Un ingrediente esencial para sacar de quicio a tus jefes es adornar estas intervenciones con "largas anécdotas y relatos de tus experiencias personales" (a poder ser, con alguna reivindicación patriótica). Cuando no estés aleccionando a los demás sobre aquello que deberían hacer, lo bueno que eres y lo mucho que sabes, saca a relucir "asuntos irrelevantes". Cualquier cosa menos currar, vaya.
La venganza del jefe
Hasta aquí, todo aquello que puede hacer el trabajador para perjudicar la buena marcha de la empresa y sacar de quicio a los jefes. Pero ¿qué pasa si eres un cargo intermedio? La Office of Strategic Services también tiene sus recomendaciones para bajar la moral de los empleados: no renueves el material de trabajo hasta que no haya más remedio (o pide materiales que van a tardar mucho tiempo en llegar); insiste en la perfección de todos tus productos, especialmente en aquellos más irrelevantes y no des luz verde a ninguno con el más mínimo fallo; otorga los trabajos más importantes a los empleados más ineficientes; sé simpático y asciende a los trabajadores ineficientes, pero discrimina a los mejores; y monta reuniones en el momento en el que hay más trabajo por hacer. Una vez más, no hay nada más disruptivo que una bonita e inacabable reunión.
Todos estos consejos fueron sin duda muy útiles y quizá todavía lo sean, siempre y cuando uno se dedique al sabotaje deliberado con fines patrióticos.
Sin embargo, si ese no es el caso probablemente sea menor no incurrir en semejantes métodos, ya que no está previsto ningún beneficio para el trabajador, y conlleva un cierto riesgo de ponerlo de patitas en la calle.