Hay alimentos que a pesar de comerlos en los mejores restaurantes, o comprarlos en las tiendas a precios elevados, no nos planteamos hacerlos nosotros mismos. ¿Por qué? Quizá porque el resultado final nos parezca tan complejo y elaborado que imaginamos que para hacerlo necesitamos ser un experto chef con toda la tarde libre. Postres que tan sólo esperamos encontrarnos en las reuniones familiares con la autoría de nuestra expertas abuelas a las que todos le salen tan rico.
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