Todo el mundo conoce el efecto placebo. Tomar una pastilla de azúcar creyendo que se trata de un medicamento real puede ayudar realmente a recuperarte. Los pensamientos positivos en torno a un remedio falso pueden repercutir en una rápida recuperación.

Pero no tan conocido es el efecto nocebo. Este nombre oculta la contraparte del placebo. La creencia negativa sin fundamento sobre algo falso que acaba por perjudicarte.

Los chamanes podían dañar a sus víctimas a través del poder de la sugestión. Los embarazos psicológicos traen gran parte de los síntomas de los reales. El desagrado de un alimento puede repercutir en una alergia. E incluso la muerte podría llegar a través de la ferviente creencia de que vas a morir.

Así lo defiende el Doctor Fabrizio Benedetti de la Universidad Médica de Turín. Benedetti ha explorado los cerebros de sujetos que han sido sometidos a experimentos nocebo. Según su estudio, el efecto que produce este pensamiento deriva en una activación de áreas del cerebro que se relacionan directamente con amenazas extremas a nuestros cuerpos.

En uno de los experimentos del doctor, se llevó a más de 100 estudiantes a los Alpes Italianos –a una altura de unos 3.000 metros– . A tan solo uno de los alumnos que fueron, le había advertido de que el aire podría provocar migraña, y este lo comenzó a propagar por el grupo. Los que habían oído el rumor comenzaron a sufrir grandes dolores de cabeza, mientras que el resto no sentían este efecto.

Tal y como defiende el doctor, los rumores pasan factura de la misma forma en la sociedad. El hecho de estar advertido sobre que algún fármaco provoca náuseas ha repercutido en vómitos por parte de los que tomaban el medicamento. Del mismo modo, cuando una gran plaga –como la Gripe A– se propaga, en cualquier lugar del mundo aparecen personas afirmando tener los síntomas de esa enfermedad, normalmente propiciados por el temor a contraerla.

El efecto nocebo lleva demostrándose desde hace mucho tiempo. Aunque no se han determinado demasiados análisis científicos –mayoritariamente basan los estudios en los placebos, por tal de determinar los efectos positivos de la mente–, son varios los casos que se han documentado durante los últimos años.

El Doctor Roy Reeves recibió en 2007 la visita de un paciente que sufría depresión. El paciente se había tomado un bote de píldoras y se derrumbó en su consulta. Su presión arterial había caído y estaba hiperventilando, por lo que rápidamente se pasó a los procedimientos necesarios. Los análisis de sangre, sin embargo, no encontraban ningún rastro de droga en su interior. Se trataba de una sobredosis de pastillas de azúcar. El paciente se recuperó y su intento de suicidarse acabó quedando como un simple y dulce atracón.

Revisando en la historia, hallamos muchos más casos que documentan este hecho.

En 1518, una mujer salió a bailar a la plaza de Estrasburgo. Durante semanas, estuvo bailando prácticamente sin descanso, y a ella se le unieron más de 400 personas, la mayoría mujeres. Esta danza duraba hasta que los bailarines se derrumbaban, ya que sentían que no podían parar. Muchos acabaron muriendo por ataques al corazón, accidentes cerebrovasculares o simple agotamiento. Este extraño fenómeno, que se repitió en más de una ocasión, acabó denominándose coreomanía.

Otro ejemplo viene de una epidemia en una fábrica textil de Estados Unidos durante la década de 1960. Según las afectadas, vomitaban y sentían náuseas sin cesar por culpa del veneno de un tipo de escarabajo. Sin embargo, nunca se encontraron los insectos responsables, y en los análisis no se identificó este tipo de veneno.

Pero la historia más terrorífica llega durante los años 80 en Estados Unidos. Una serie de hombres jóvenes de la etnia Hmong comenzaron a morir en sueños después de largos periodos de pesadillas y parálisis mientras estaban dormidos. Sin encontrar ninguna explicación científica que explique la causa de lo que sucedía, los expertos señalaron al efecto nocebo. Morían por el miedo que les originaban espíritus nocturnos en los que creían.

Hoy en día tampoco nos salvamos. Uno de los efectos nocebos más propagados es el llamado “ síndrome de la turbina de viento”, que se traduciría como una reacción alérgica a las señales de wifi y de los móviles. Pese a la insistencia de los damnificados, las pruebas médicas corroboran quelos afectados muestran los mismos síntomas cuando son expuestos a transmisores falsos que cuando son reales.

Poco podemos hacer en relación a la conexión entre cuerpo y mente. Todavía nos queda mucho por saber sobre nuestro organismo, y se debe recordar quedurante años la medicina no era más que el placebo dado por brujos y chamanes.

El mejor remedio es tener plena consciencia de los efectos de cada elemento que compone nuestra vida diaria y no dejarnos llevar por el dramatismo.



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