Y es que a pesar de que las ranas no se parecen mucho a las personas en su exterior, sus esqueletos son similares a los esqueletos humanos, especialmente cuando se trata de sus extremidades. Y cuando el esqueleto pone la forma, los músculos se amoldan a ella, dando el sorprendente parecido que muestra la fotografía.
Al igual que los brazos de una persona, las patas delanteras de una rana tienen húmero, radio y cúbito. Sin embargo, el radio de una rana y el cúbito están fusionados en un solo hueso. Lo mismo pasa con las patas de una rana: el fémur domina la parte superior de la pata y los huesos de la inferior, la tibia y el peroné, están fusionados en una única estructura ósea altamente especializada para saltar.
Pero el esqueleto de una rana no es tan similar al del ser humano una vez que uno abandona las extremidades. Las ranas tienen cráneo, pero no tienen el cuello, por lo que no puede girar, levantar o bajar la cabeza como la gente hace. Una rana tampoco tiene costillas como las nuestras.
La costillas son estructuras que son parte de su columna vertebral. En contraposición, la pelvis de una rana se puede deslizar hacia arriba y abajo de su columna vertebral, lo que le ayuda a dar sus prodigiosos saltos con esas patas musculadas como las de un atleta.
Sin embargo estas patas no han sido lo suficientemente potentes para escapar de la voracidad humana, ya que el alto índice de consumo de estos animales ha provocado que un tercio de su población mundial se encuentre en peligro de extinción.
Simplemente por tener unas patas a las que los humanos no nos podemos resistir.