
Los periodos prolongados en posición sentada reducen el movimiento de los músculos, sobre todo en cuello y hombros, y producen una compresión constante sobre los discos intervertebrales. Esto incrementa la probabilidad de sufrir trastornos musculoesqueléticos en cuello y en las zonas dorsal y lumbar, así como padecer problemas de circulación sanguínea (cardiovasculares y varices).